19 de febrero de 2018

España: gracias, Marta Sánchez

Renitor
El concierto de la cantante de música ligera Marta Sánchez (n. 1966) en el Teatro de la Zarzuela de Madrid (17 febrero), que era en principio escaparate y testigo de sus tres décadas de carrera artística, se cerró con una canción que fue motivo de sorpresa y de admiración: el himno nacional de España, en una interpretación emotiva y vibrante. El asunto, que en cualquier país carece del rango para causar sensación, quedó magnificado en España por dos razones.

En primer lugar, los himnos nacionales constituyen una importante fuerza integradora, formados como están por el lenguaje nacional y su expresión musical característica. Pero el himno de España, «Marcha Granadera», concertada por Manuel Espinosa en 1769, es el único sin ese «lenguaje nacional», esto es, sin letra. Y de ahí la novedad que magnifica la trascendencia de la canción de Marta Sánchez. No es la primera vez que autores, compositores y cantantes españoles se enfrentan de manera seria a la tarea de poner letra al himno nacional, pero nadie con el éxito y una canción realmente digna como la de Marta. En efecto, una sacudida general de enormes repercusiones en las «redes sociales» la provocó la aparición del llamado «himno de Marta» que, dándole letra en un trabajo profesionalmente serio, excitó una corriente general de simpatía en todas las esferas y ayudó a hacer de la autora una especie de heroína nacional.

En segundo lugar, los españoles somos tan críticos con nuestro país que muchos consideran el himno nacional sinónimo de nacionalismo exaltado y algunos guardan una actitud de menosprecio hacia todo lo que representa la propia nación, actitud que lleva consigo un sentimiento de minusvalía, sentimiento que parece inexplicable en el caso del Estado-nación más antiguo de Europa, primer y más extenso imperio ultramarino, que en la propagación a otros continentes de la civilización europea ha ejercido una influencia decisiva en la historia del mundo. Ha tiempo que España dejó de ser el principal centro de poder e influencia a escala mundial, pero es uno de los «Cuatro Grandes» de la Unión Europea y, por poner algunos ejemplos, el segundo del mundo en vías férreas de alta velocidad (detrás de China), el tercero en autopistas-autovías (detrás de Estados Unidos y China), tiene una de las tres mejores sanidades públicas del mundo y la expectativa de vida más alta (82 años) detrás de Japón, Islandia y Suiza (83).

CDC
Marta Sánchez en un momento de su actuación en Abu Dhabi (22 diciembre 1990), a bordo de la fragata «Numancia», durante la Guerra de Kuwait. Apoyada en una voz y un físico admirables, impregnó de sensualidad sus dinámicas actuaciones en directo y en las filas de pop-rock logró triunfos masivos, no sólo en España sino también lejos de sus fronteras.
Por supuesto, hay cosas que no funcionan como deberían, como en cualquiera otra gran nación, pero la conjugación de valoraciones históricas y presentes colocan España a la cola de los candidatos a sentimientos de inferioridad. ¿Cuál es el origen, pues, de la actitud de menosprecio de algunos españoles hacia su país? Para unos, la catástrofe del siglo XIX (desintegración de la España ultramarina y guerras civiles en la metrópoli) dio lugar al desarrollo de unos sentimientos de inseguridad, sobre todo en algunas regiones donde se emplea la jactancia (Cataluña) o la conducta agresiva (Vascongadas) y otras formas de conducta irracional para compensar esos sentimientos de inferioridad. Para otros, la mayoría de los españoles ignoran por completo la historia y el estado de desarrollo en que se encuentra la nación.

Dos personajes históricos apuntan un problema innato antes que adquirido. El estadista alemán Otto Leopold, Príncipe de Bismarck (1815-98) y llamado el «Canciller de Hierro», dijo: «La nación más fuerte del mundo es, sin duda, España; siempre ha intentado autodestruirse y nunca lo ha conseguido. El día que deje de intentarlo, volverá a ser la vanguardia del mundo». Por su parte, el máximo filólogo español de los tiempos modernos, Ramón Menéndez Pidal (1895-1968), sintetizó así el problema: «No es una de las Semiespañas enfrentadas la que habrá de prevalecer poniendo un epitafio a la otra; será la España total, ansiada por tantos». ¿Por qué no empezar por poner letra a nuestro himno? Lo dicho: gracias, Marta.


Anexo: letra candidata al himno de España, llamada «himno de Marta» 

«Vuelvo a casa, en mi amada tierra, la que vio nacer mi corazón aquí. Hoy te canto para decirte cuánto orgullo hay en mí, por eso resistí. Crece mi amor cada vez que me voy, pero no olvides que sin ti no sé vivir. Rojo, amarillo, colores que brillan en mi corazón y no pido perdón. Grande España, a Dios le doy las gracias por nacer aquí, honrarte hasta el fin. Como tu hija llevaré ese honor, llenar cada rincón con tus rayos de sol. Y si algún día no puedo volver, guárdame un sitio para descansar al fin.»