13 de mayo de 2013

El papa Francisco: masonería y «antipapa»

Gobierno argentino
El estupor por la elección del cardenal Bergoglio como nuevo papa ha mudado en amargura: amigo de la masonería y adscrito al «Rotary Club», estrechamente relacionado con aquella, es visto con prevención hostil por algunos colectivos católicos, mayormente europeos, y los más audaces le motejan el «papa negro» o «antipapa».

Su Santidad Benedicto XVI, jefe de la Iglesia católica desde 2004, abdicó en febrero de 2013, en circunstancias tan extrañas como irregulares. El 13 de marzo siguiente fue elegido su sucesor en la persona del cardenal Jorge Mario Bergoglio, quien tomó el nombre de Francisco. Siendo la primera vez que un papa adoptaba este patronímico, permitía suponer que proyectaba romper en su pontificado las grandes características de los reinados de sus predecesores, Juan Pablo II y Benedicto XVI, el último virtual recluso en el Vaticano y autor de la declaración que reafirma la condena a asociaciones masónicas (1983), a las que es tan aficionado el nuevo papa («B'Naith B'Rith», «Rotary Club», etc).

Cabe añadir que por primera vez pasa a ocupar la jefatura de la Iglesia católica un jesuita y americano. Estas circunstancias son relevantes por las desviaciones heréticas en muchos sectores jesuitas y la contaminación de la Iglesia en América, principal saltadero de pederastia (Estados Unidos) y en que se mezcla el catolicismo con toda suerte de extraños movimientos espirituales (espiritismo, religiones esotéricas).

El nuevo Papa no tiene la talla intelectual de su predecesor y en Europa, a diferencia de Sudamérica, su comportamiento raro excita la curiosidad antes que la admiración. El Papa puede adoptar diversos métodos para poner la Iglesia en orden, para quitar las impurezas más gruesas y visibles, pero sin que haya una separación tan absoluta entre él y sus predecesores, porque llegados a este extremo es difícil distinguir humildad y vanidad.

Beatrice Murch
La celebración multitudinaria de los compatriotas de Bergoglio se convirtió en un elemento penoso de la política nacional, con muchos que querían dar testimonio de nacionalismo. Esta «americanización» de la Iglesia Católica Apostólica Romana puede mover en los colectivos católicos europeos suspicacias de consecuencias imprevisibles.
Francisco, al que algunos dan el sobrenombre «papa negro», describe el Paráclito (Espíritu Santo) como un «apóstol de Babel» y ha recibido la pública adhesión de la masonería, incluida la judia («B’Naith B'Rith»), y de progresistas radicales, como Küng o Leonardo Boff, este último un teólogo de la liberación que dejó el sacerdocio (1992) después de que la Santa Sede le prohibiera la predicación y la cátedra (1990). Como Obispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio se adscribió al «Rotary Club», afín a la masonería y condenado por la Iglesia católica, secundó la organización de un foro judeo-católico en el hotel «Intercontinental» de Buenos Aires (julio 2004), en el que se propuso amalgamar las religiones judía y católica, y participó de la conmemoración de una logia masónica en la catedral de Buenos Aires (noviembre 2012).

Tales precedentes inquietan en un personaje que, como papa, tiene poder absoluto en las tres divisiones del Estado Vaticano (legislativa, ejecutiva y judicial), que ejerce personalmente a través de una comisión pontificia por él mismo designada, y la capacidad, pues, de utilizar el ascendente moral de la Iglesia católica sobre otras confesiones cristianas, no sólo para intentar la restauración de la unidad entre todos los cristianos, sino también entre todas las religiones; es decir, el ecumenismo herético y, por añadidura, la apostasía.

La llegada al solio pontificio del cardenal Bergoglio será un cataclismo en la configuración ideal y material de la Iglesia Católica así aquél formalice su entendimiento con la masonería y el sionismo, que no los judíos. No se cae en la superchería al traer a colación a San Francisco de Asís (1182-1226), que profetizó un papa apóstata y «tales disensiones y persecuciones a nivel universal que si esos días no se acortaran, aún los elegidos se perderán».