29 de marzo de 2015

Vuelo 9525 de Germanwings

Renitor
El 24 de marzo de 2015 un avión Airbus 320 alemán, que hacía un vuelo de Barcelona a Dusseldorf, se estrelló en los Alpes marítimos (Francia); murieron las 150 personas que iban a bordo, la mayoría alemanas (72) y españolas (51). Accidente inexplicable, la conclusión provisional de la comisión investigadora (día 25) causó horror: uno de los pilotos se encerró en la cabina de vuelo y guió la aeronave en un lento descenso camicace.

El vuelo 4U9525 era un Airbus 320 serie 200 de la compañía Germanwings (D-AIPX), con 144 pasajeros y 6 tripulantes. El despegue se realizó desde Barcelona (España) a las 10 h y a las 10 h 40 min desapareció como resultado de una maniobra de descenso de unos ocho minutos, iniciada cuando iba a 11 600 m de altitud. La maniobra no estaba autorizada ni la tripulación respondió a los mensajes del control de tráfico aéreo francés (Aix-en-Provence).

Los restos. A la mediodía se descubrieron los restos del avión cerca del río Galébre, en el macizo de los Tres Obispados (Alpes marítimos), a unos 1 500 m de altura, en un paraje poco accesible. En seguida se tuvo conciencia de que no habían supervivientes, debido a que el aparato se desintegró en pedazos muy pequeños dispersados en un radio de dos kilómetros, y en las horas inmediatas quedó descartada la hipótesis de una descompresión explosiva, que en los minutos iniciales se había barajado como posible explicación.

Las «cajas negras». Por la tarde fue rescatada una de las dos «cajas negras», concretamente la CVR (cockpit voice recorder), que registra las voces y sonidos en cabina, y al día siguiente apareció la FDR (flight data recorder), con los datos de vuelo, pero rota y sin contenido. Más tarde y por dos veces se corrige esta información: la FDR aparece una semana después y también inútil, según el New York Times, y el 2 de abril y con datos legibles, según la Oficina de Investigación y Análisis para la Seguridad de la Aviación Civil (BEA)…

La tragedia causó una conmoción universal, particularmente aguda en los países más afectados. La canciller de Alemania Merkel, el presidente de España Rajoy y el de Francia Holland ofrecieron una rueda de prensa conjunta (25 marzo) y, aun afirmando desde el primer instante que el accidente era «inexplicable», aseguraron que «no iba a quedar sin respuesta».

Thomas Koehler
Los restos del vuelo 9525 de Germanwings, dispersados en un radio de dos kilómetros, en los Alpes de la región de Provenza (Francia).
Investigación meteórica. La investigación de un accidente aéreo siempre se anuncia muy larga y de gran complejidad, pero en este caso la sorpresa sería doble: el día 26, tan sólo dos días después de la tragedia, Brice Robin, fiscal de Marsella, anunció en rueda de prensa que el copiloto Andreas Günter Lubitz, de 27 años y 630 horas de vuelo, estrelló deliberadamente el avión. Tras un rápido examen de la CVR, y a falta todavía de la FDR, el copiloto ya era tenido por responsable del choque.

La conmoción resultante fue inmensa e instantánea tanto en Europa como en el resto del mundo, ya que la acción deliberada de uno de los pilotos incrementó el impacto psicológico de la tragedia y añadió una nueva incógnita.

La versión oficial es que a las 10 h 30 min el piloto Patrick Sonderheimer, de 34 años y 6 000 horas de vuelo, abandonó la cabina y Lubitz bloqueó la puerta de la misma. De ese modo, éste se aseguró de que nadie podría impedir que estrellase la aeronave; y lo hizo sin apresurarse, con un suave descenso programado, de más de ocho minutos.

Vistiendo al loco. Para incredulidad de su círculo de amistades y sorpresa de algunos psiquiatras, Lubitz pasó de un comportamiento normal a ocultas aberraciones de la conducta. En su domicilio de Dusseldorf o el paterno de Montabaur, la policía encontró documentos en los que se acreditaban desarreglos mentales, algunos con la necesidad de baja laboral. Al mismo tiempo, iban apareciendo supuestas amantes que le atribuían a Lubitz delirios vesánicos como «cambiar el sistema para perpetuar su nombre» o, durante un sueño en voz alta, la preocupación de «estrellarse». El fracaso de la vigilancia médica y los testimonios de amantes anónimas hablan por sí solos. (Nota: se dice que Lubitz estaba próximo a casarse con Kathrin Goldbach, pero el autor de este artículo recuerda los testimonios en noticiarios españoles de tres mujeres bien diferenciadas; de ahí a las «amantes anónimas».)

Renitor/BEA
La CVR («cockpit voice recorder») fue rescatada en el mismo día de la tragedia y la FDR («flight data recorder») en el día siguiente o una semana después, según la fuente, creando una cierta confusión que dio lugar a toda clase de cábalas.
¿Una nueva amenaza? La matanza indiscriminada con un vuelo camicace, considerado en Occidente como un acto de mahometanos fanatizados, tenía ahora como autor a un europeo puro, al parecer sin un componente de fanatismo místico. Tan inimaginable resultaba esta idea que algunos medios de comunicación «vulgarizaron» este caso refiriendo otros similares ocurridos anteriormente, como el de Tsu Ming de la Silk Air (1997), en vuelo Yakarta-Singapur (104 muertos), o el de Gameel Batouty de la Egypt Air (1999), de Nueva York a El Cairo (217 muertos), por citar los más mortíferos. Sin embargo, son casos sin pruebas concluyentes y ambos con dudas razonables sobre «irregularidades» en los planos movibles situados en la cola, planos que obligan al avión a elevarse o descender («timón de profundidad»).

En el terreno de la seguridad aérea y ante el aumento considerable de accidentes en «vuelo estabilizado» (entre las maniobras de despegue y aterrizaje), se podría estar asistiendo al surgimiento de un tipo de amenaza potencial de naturaleza radicalmente nueva, en la que el terrorista es uno de los ordenadores electrónicos de abordo (véase el anexo de Vuelo 175 de United Airlines).

Las víctimas. Las conclusiones e hipótesis sobre la tragedia son irrelevantes para las familias de las víctimas, que ven agravado su dolor con entierros simbólicos (los cadáveres han resultado volatilizados o estan fragmentados entre los innumerables restos del avión, restos que sólo podrán llegar a ser identificados mediante pruebas de ADN en un proceso que puede durar bastantes semanas). La tragedia se cierra con sendos «funerales de estado» en Alemania (Colonia) y España (Barcelona), sin más responsable que un piloto con demencia locura.

ACTUALIZACIÓN

Renitor
El padre de Andreas Günter Lubitz en rueda de prensa para defender (al menos tácitamente) la inculpabilidad de su hijo con cuestiones técnicas supuestamente soslayadas por la comisión investigadora (24 marzo 2017).
En el segundo aniversario de la tragedia, el padre del copiloto cuestionó públicamente la culpabilidad del mismo, con argumentos bien hechos desde un punto de vista técnico, pero que resulta casi imposible pensar en una coincidencia de todos ellos. A saber: desmayo del copiloto, bloqueo de la cerradura de la puerta y un descenso a iniciativa de los ordenadores a bordo. Existen precedentes, pero separados.

Descenso involuntario. Un hecho poco conocido, antes y después de la tragedia, fue la exigencia de los técnicos de que se investigase el incidente (5 noviembre 2014) de un Airbus 320-200 y la seguridad de estos aviones, tras el incidente registrado por uno de ellos (D-AIDP) en vuelo Bilbao-Múnich (LH-1829), donde el avión, tras despegar, inició un descenso automático. En este caso, los pilotos maniobraron rápida y racionalmente para evitar que éste se estrellara.

Bloqueo de la puerta. En un avión del mismo tipo que el anterior, pero en tierra y sin pasaje, los pilotos no pudieron entrar en la cabina a causa del bloqueo de la puerta (fue necesaria la participación de técnicos).

Conclusión. Dejando aparte la opinión del padre y la imaginación popular, muy recepticia a toda clase de misteriosas influencias, lo que está fuera de toda duda es que, en muchas tragedias, junto a las comisiones investigadoras oficiales se mueven círculos de intereses que pueden muy bien jugar un importante papel en su investigación. Ejemplos concretos de ello, en el caso del vuelo 9525, los tenemos en testimonios tales como los relativos a un «par de cazas», una «explosión aérea» y alguno más por el estilo, que aparecen y desaparecen en el mismo día de la tragedia. Tampoco carecen de tintes obscuros las condiciones y registros de las «cajas negras».