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El
30 de julio de 1945, un sumergible japonés atacó y hundió al
crucero estadounidense «Indianapolis», que pocos días antes
transportó a Tiniam el uranio para armar la bomba atómica que sería
lanzada en Japón. Sobrevivieron unos 900 hombres, pero quedarían
reducidos a 321 a causa de una tardía operación de rescate. En un intento de eludir responsabilidades y negar irregularidades, la Armada acusó al capitán del buque de negligencia.
El «Indianapolis» era un crucero estadounidense tipo «Portland», de 10 000 t, alistado en 1932. El 31 de marzo de 1945, durante el bombardeo artillero de Okinawa, fue dañado por un avión suicida y viajó a los astilleros de Mare Island (San Francisco) para los oportunos arreglos.
El 16 de
julio se ensayó el primer explosivo atómico en Alamogordo (Nuevo
México) y la misma noche, con mucha discreción y vigilancia militar
extrema, se embarcó en el «Indianapolis» el uranio 235 necesario
para armar la bomba atómica que iba a ser lanzada sobre Japón
(«Little Boy»). El capitán del buque, Charles Butler McVay,
desconocía la naturaleza de la carga, pero adivinó su importancia
cuando se le ordenó anteponer la seguridad de la misma a la vida de
los marineros.
El día 21 salió de San
Francisco y cinco días más tarde desembarcaba su carga en el atolón
de Tinian, una base de bombarderos. Seguidamente hizo escala en Guam
y McVay solicitó sin éxito una escolta de destructores. El día 28
salió hacia Filipinas para juntarse con el acorazado «Idaho», pero
en la primera medianoche del día 30 fue tocado por dos torpedos del
sumergible japonés «I-58» y se hundió en unos doce minutos. De
los 1 196 hombres a bordo, casi 900 lograron abandonar el barco, pero
quedarían reducidos a casi una tercera parte en los días siguientes
por sed, insolación, heridas, alucinaciones, demencia locura y la
acción de tiburones.
La llegada del «Indianapolis»
a Leyte (Filipinas) estaba prevista para el día 31, pero la mañana
del 2 de agosto no se había iniciado ninguna operación de búsqueda
y los náufragos fueron habidos, casualmente, por una patrulla aérea
antisubmarina. Algunas horas después llegó un hidroavión
«Catalina», que amerizó para servir de salvavidas a medio centenar
de náufragos, a costa de inutilizar enteramente la nave para el
vuelo. Al anochecer entró en escena el destructor «Cecil Doyle»,
que comprometió gravemente su seguridad al extinguir máquinas y
encender focos para auxiliar a los náufragos e indicar su posición
a otras naves. Se rescataron 321 hombres, entre ellos el capitán
McVay.
La Armada buscó eludir
responsabilidades en la tardía e improvisada operación de rescate
y, caso único en la guerra, una corte militar acusó al capitán
McVay de negligencia (noviembre 1945) por no hacer andar la nave en
«zig-zag» para estorbar los ataques submarinos. El fallo, con
pruebas irregulares y encontradas, no convenció a muchos y el
almirante Nimitz restituyó a McVay, pero éste dejó la Armada en
1949. Tachado de «asesino» por las familias de algunos de los
fallecidos, no supo o pudo sobrellevar la situación y se suicidó en
1968.
En la
posguerra se llegó al convencimiento de irregularidades negadas por
la Armada: no se verificó la llegada a Leyte del crucero
«Indianapolis», el mensaje de socorro que transmitió éste no fue
atendido a causa de «fallos en las comunicaciones» y el espionaje
estadounidense descifró una transmisión de Mochitsura Hashimoto,
capitán del «I-58», que informaba del hundimiento de un barco tipo
«Idaho».
Los
supervivientes del «Indianapolis» consiguieron suscitar un
movimiento en favor de la revisión de la sentencia y en octubre de
2000, finalmente, el Congreso restableció a Charles McVay en los
derechos de la inocencia, resolución rubricada por el presidente
William Clinton. La exculpación de McVay y las excusas de la Marina
producen la reconciliación con la verdad, pero sin una relación
particular con la pena con que merece castigarse a los culpables.
En 2001 y 2005, sendas
expediciones submarinas buscaron en vano los restos del barco. El
hundimiento del «Indianapolis» se conmemora, entre otros, con un
monumento (1995) y un museo (2007) en la ciudad que le da nombre.
ANEXOS BIOGRÁFICOS
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