9 de abril de 2013

Retirada española de Afganistán

Helicóptero «Tigre» español en Afganistán (Ministerio de Defensa de España)
Desde enero de 2002, tropas españolas vienen defendiendo los corredores que forman las provincias de Badghis y Herat, en un plan para la pacificación de Afganistán respaldado por la ONU (resolución 1386) y bajo el mando de la OTAN. En total hay unos 130 000 soldados de unos 40 países, pero sólo una decena, entre ellos España, con fuerzas de 1 500 o más soldados.

Juicios muy críticos persiguen esta guerra. Dejando aparte los medios de comunicación, adscritos por inercia al sensacionalismo y la noticia subjetiva, lo cierto es que se trata de una guerra que comenzó con la mayor operación de la CIA desde la Guerra de Vietnam y algunos creen que pretende la perpetuación de privilegios utilizando el potencial militar, aliviadero de la economía capitalista, y el problema del petróleo, con zonas de influencia político-militar que aseguren esos mercados.

El cansancio de la OTAN europea es notable tras la prolongación de una guerra que lleva ya diez años de duración y en la que han muerto más de tres mil soldados, mayormente de Estados Unidos (2 230), Reino Unido (440), Canadá (160), España (100), Francia (85) y Alemania (80). En 2010, Holanda fue el primer país de la OTAN en abandonar Afganistán y en 2012 se anunció el calendario propuesto para la retirada de los demás países de esta Organización. Según tal plan, la retirada debe finalizar en 2014. 

España necesita desembarazarse del problema afgano, que pesa sobre los sectores de opinión y sobre su erario público, y rápidamente abrazó la propuesta, aunque en 2012 sólo saldría el 10% de las tropas españolas. No se conocen los beneficios de esta aventura española en Afganistán, pero sí el coste de la misma: más de 3 000 millones euros, dejando aparte la pérdida de helicópteros y vehículos, y casi 200 muertos y heridos.

A principios de 2013, los españoles todavía estacionados en Afganistán mantenían pasos vitales para las comunicaciones con ataques contra los guerrilleros. Dada la inseguridad y ante el clima de incertidumbre que se respira en Badghis, España envió tres helicópteros de ataque tipo «HA-28 Tigre» (28 marzo 2013) para escoltar los convoyes entre las bases de Qala-i-Naw y Herat y apoyar, entre otras, las operaciones terrestres contra reductos guerrilleros en Moqur.

Ministerio de Defensa de España
Un convoy español en ruta hacia Herat (14 marzo 2013). Los autocamiones no sólo van protegidos por otros vehículos blindados, sino también por helicópteros.
Ante la inevitable retirada de los soldados españoles, que a lo largo de 2013 abandonarán definitivamente Badghis, el régimen de Kabul organiza sus fuerzas armadas para enfrentarse con los guerrilleros en esta provincia. Esto es, no se han producido cambios substanciales sobre el terreno después de una década de intervención militar.

El periodismo, al servicio de intereses políticos y económicos, presenta la Guerra de Afganistán como una «misión de paz» y la credibilidad del Ministerio de Defensa quedó comprometida tras las vergonzosas evasivas e irregularidades en la pérdida de dos helicópteros en Herat (2005). Parece ser que las tropas españolas han realizado más de 25 000 «operaciones y acciones de apoyo», han abierto 160 km de camino, una pista de aterrizaje, un hospital, siete clínicas y varias escuelas. Los soldados españoles en Afganistán, unos 16 600 desde 2002, lo hacen por propia voluntad, salvo algunos forzosos cuando la recluta voluntaria es insuficiente. Comúnmente, impulsa a los voluntarios el afán aventurero y un salario más alto (mensualidad de más de 3 000 euros frente al millar con que se retribuye al soldado raso en España).

El Fracaso. La OTAN controla la mayoría de las treinta y una provincias afganas, pero la capacidad ofensiva de las milicias locales no ha quedado frustrada y muy difícilmente el Gobierno de Kabul podrá evitar que la salida de los soldados de la OTAN suponga una cruenta guerra civil entre afganos. No es una opinión subjetiva: por una parte, la retirada de la OTAN perjudica la capacidad del Ejército afgano; por otra, la conferencia internacional sobre Afganistán celebrada en Londres (2010) no ha puesto las bases de un diálogo pacificador que puede integrar en un proyecto común de paz al Gobierno y las diferentes fuerzas de la guerrilla. De hecho, la última asegura la continuación de la lucha hasta el derrocamiento del régimen y la instauración de una teocracia mahometana en Afganistán. Estamos, pues, como al principio: la guerra continuará ensangrentando el país.