14 de mayo de 2013

Sexo en internet


Según las estadísticas de consultas que los llamados «servidores de búsqueda» exponen al público, la mayor cifra de ellas se produce en «sexo», con más del 50% de las totales (casi el 70% según algunas fuentes). Parece ser que hay unos 260 millones de páginas electrónicas («web» y «blog») con contenido pornográfico.

Tamaña proliferación es fácil de explicar: la pornografía no requiere talento ni trabajo y tiene mucha demanda. Difunden grabaciones que califican de «aficionado» y facilitan encuentros particulares. Sin entrar a valorar la mala higiene mental del hombre que expone su esposa o amante a la pública deshonra (grabaciones, fotografías), se trata la más de las veces de prostitución profesional disfrazada.

La exaltación de la «libertad de expresión», el anonimato y la erradicación de la censura de todo tipo en «internet» ha traído como consecuencia inmediata una oleada de pornografía que ha invadido todos los ámbitos sociales, todo ello alentado por una nueva «moral» que, so pretexto de alejar «tabúes» y de evitar «frustraciones», invita al consumo de lo pornográfico con graves consecuencias. El efecto más grave y peligroso de la erotización masiva de «internet» es probablemente de tipo psicológico y moral, mayormente en los niños (la edad de «iniciación» es de entre los 8 y 11 años), pues los hechos han demostrado que ningún individuo puede pasar de la inocencia a la madurez sexual sin sufrir alteraciones graves.

El fracaso de las medidas destinadas a aliviar, cuando no a evitar, los perniciosos efectos sociales del sexo en masa hay que buscarlo, entre otros, en que tras las páginas pornográficas subyacen intereses económicos que la alientan y difunden, pero también ideales para muy diversos fines, como la manipulación de las masas. Todo ello se articula con lo que se ha llamado la «trampa de la liberación sexual», que no es otra cosa que una estandarización del sexo y la creación de nuevas y artificiosas necesidades sexuales para debilitar moralmente al adolescente y facilitar su manipulación en la madurez. Las consecuencias negativas se están apreciando tanto en la precocidad de los delitos sexuales y suicidios como en efectos tales como la impotencia prematura en adultos y graves trastornos psicofísicos.

«Internet» hace perder la creencia en los valores éticos, de lo que es bueno o malo, verdadero o erróneo, y también contribuye a la desintegración de las relaciones interpersonales y de la cultura, que tiene lugar con mayor intensidad en las sociedades de elevado nivel de vida, como la Unión Europea o los Estados Unidos. Es curioso que al mismo tiempo que el mundo se seculariza con un ataque continuado a la iglesia católica se produzca una erotización masiva extraña, buscando una forma especial de «misticismo erótico».

Estadísticas desastrosas. Las páginas electrónicas de contenido pornográfico, incluida la aberrante paidofilia, registran cada hora unos 100 millones de visitas y con Estados Unidos, Brasil y Holanda como principales productores. Las descargas de grabaciones pornográficas representan casi el 40% de las totales y el beneficio económico de este ignominioso negocio supera, al parecer, al de las grandes cadenas de televisión norteamericanas (ABC, NBC, CNN y otras). El grado de incertidumbre sobre la edad y sexo concreto del consumidor es grande, pero el dato más estremecedor es que el visitante más joven tiene unos 8 años de edad, la mayoría con el pretexto de tareas escolares o conducidos a través de juegos infantiles, y más del 50% de los consumidores se sitúa entre 12 y 17 años. En respecto de los adultos, un 70% son hombres, el 30% mujeres y casi la mitad de ellos admite «adicción» (un 20% si se circunscribe a mujeres). La oleada de pornografía en «internet» pese a tales estadísticas, mayormente en respecto de los niños, lo dice todo sobre la naturaleza humana, en general, y de quienes la promueven, en particular.