28 de enero de 2014

Películas «snuff»: más allá de la leyenda.

Srdjan Spasojevic
La industria cinematográfica, la más importante de Estados Unidos después de la de armamentos de guerra, tiene su forma más aberrante —y elitista― en las filmaciones de asesinatos (en el vulgo, «snuff»). Dejando aparte supersticiosos y escépticos paranoicos, las filmaciones de orgías de sexo y muerte existen en la realidad, pero son secretas y privadas, de copia y cliente únicos, con la pornografía infantil como principal reclamo.

Fuera de esta «élite de los horrores», las películas «snuff» tienen más de engaño que de verdadero, un arte más para pescar necios, pues son meras representaciones sin realidad alguna. Efectivamente, se ha recurrido a este fraude para promocionar películas sin la más ínfima calidad y moralmente insanas, como «Holocausto caníbal» (1979) o la serie japonesa «Guinea Pig» (años 80), que inspiró a un esquizofrénico, por nombre Tsutomu Niyazaki (1962-2008), la mutilación y asesinato de cuatro niñas de entre 4 y 7 años (1988), con las que fornicó una vez muertas.

Las filmaciones de ajusticiamientos se remontan prácticamente a la aparición del cinematógrafo, pero la popularización de la película «snuff» propiamente dicha coincidió con los asesinatos del psicópata Charles Manson, que refirió este tipo de filmes en el libro «The Family» (1971), de Ed Sanders. La filmografía comercial que trata este asunto es cuantitativamente despreciable, con poco más de una decena de títulos, y sólo dos de ellos merecen cierta atención: «8 mm» (1999), de Joel Schumacher, y «Srpski film» (2010), de Srdjan Spasojevic.

«Internet», verdadera cloaca de la inteligencia humana, es rica en grabaciones ligadas indirectamente al filme «snuff», donde se echan de ver a mujeres drogadas que son violadas por uno o más rufianes. No se llega al extremo de matar a la víctima, pero el lastimoso estado de la misma, en algunos casos sin noción de cuanto la rodea, parece a un paso de la muerte. Muchas de estas grabaciones son obra de organizaciones de criminales y, lo que es más desalentador, las visitas se cuentan por centenares de miles e incluso millones. La depravación humana, la desesperación del individuo ante una crisis nunca vista ni oída desde la II Guerra Mundial y, obviamente, el bajo coste del material de grabación y reproducción que ha ido invadiendo el mercado, hacen que la publicitación de grabaciones «snuff» en «internet» sólo sea una cuestión de tiempo.

Columbia Pictures
El actor Nicolas Cage en una secuencia del filme «8 mm», ficción de las películas «snuff».
«Snuff» y «élites». Excluyendo los ajusticiamientos y los psicópatas que buscan inmortalizar sus crímenes, el término «snuff», en un reciente significado, designa un filme sin operación comercial, privativo de una minoría, en el que una o varias mujeres, comúnmente muchachas jovenzuelas o niñas de 15 o menos años, son gozadas contra su voluntad y torturadas hasta la muerte. Según un documento interno del CDC (Centro de Documentación Católico), estas películas tienen las siguientes características dentro del conjunto:

a) Son filmaciones de copia única, en 16 o 35 mm, y tratada en laboratorio particular. En ningún caso se emplea cámara electrónica, que con un procedimiento sencillo y rápido facilita la copia clandestina y su difusión en un banco de datos vulgar.

b) Van dirigidas a una minoría selecta, punto más que los que organizan y aportan el capital para la realización de la película, y los espectadores están ligados por un conocimiento mutuo, además de por intereses económicos e ideales.

c) El público es una élite potentada, capaz de deshacer o estorbar la acción de los poderes del Estado (legislativo, ejecutivo y judicial).

d) Probablemente, la película es destruida luego de un intervalo de tiempo determinado o así viene otra a substituirla.

Es significativo, en respecto del punto «c», que las organizaciones policiacas no han entablado una batalla en toda regla para dilucidar la verdad mientras ocurren casos tan flagrantes como el secuestro, violación, tortura y asesinato de tres niñas en Valencia (1992); de hecho, en este caso, hay cierta «inacción», no pocas «irregularidades» y un severo castigo legal a los audaces que buscan probar complicaciones ocultas, caso del padre de una de las víctimas.

Prospectiva. El citado informe del CDC advierte que algunos puntos del mismo pueden «perderse en hipótesis sin base real», pero siquiera se ajuste parcialmente a la verdad, es patente la imposibilidad de dar con una película «snuff» y, aún más, castigar a los autores y encubridores de la misma. En efecto, y con toda certeza, jamás en parte alguna se ha visto una película con tales características y podría decirse —y de hecho se dice y dirá— que es una «leyenda urbana»... salvo para las víctimas.

Películas «probatorias». En 2011, el chapero «Lucas Magnotta», sobrenombre del canadiense Eric Newman, torturó hasta la muerte y devoró a su amante chino ante una videocámara, grabación que más tarde aparece en una «web», obra particular de un tarado, sin organización ni propósito comercial, pero en la que el caníbal se reservó ciertas partes de la víctima para enviarlas a determinados cargos políticos en Reino Unido y al «Saint George School», acerca de lo cual se han hecho toda clase de especulaciones.

Las películas de D. Ivanov, D. Kuznetsov o A. Minaev, con abuso de menores y una violencia extrema, es un trabajo organizado y con más de 5 000 clientes en varios países, sin pruebas de infanticidio, pero el precio por una copia de algunas de sus películas (unos 6 000 euros) y un beneficio de varios cientos de millones de euros en el lapso 1998-2000 plantea dudas terribles.

En 1995, cuatro mujeres, de entre 8 y 19 años, murieron prisioneras de Marc Dutroux en Bélgica. El asesino grabó los abusos y en su vivienda se encontraron otras grabaciones con personas que «pueden ser reconocidas», pero son hechos difíciles de probar porque estas películas, en algún momento y de alguna forma, desaparecen.

En otros casos, el obstáculo esencial es la dificultad de distinguir realidad y ficción. Harto evidente en este sentido es una operación de la Policía belga contra la prostitución y pornografía infantil (1997), en la que se descubren películas de una violencia extrema, con niños de entre 7 y 17 años: «No sabemos si están muertos; para ello debemos encontrar los cadáveres. Si se trata de una ficción, es de un realismo nunca antes visto».

En fin, en el ámbito de la pornografía infantil, especialmente la homosexualidad masculina, es donde aparecen señales de la película «snuff» con organización y propósito comercial, pero existe la impresión de un mal papel de la policía y los tribunales, principalmente en los casos que apuntan a sociedades satánicas o secretas, como podría ser la masonería en el «caso Dutroux» de pederastia e infanticidio.

Los testimonios. En la película «snuff» no hay más pruebas que testimonios y una mayoría entre ellos fácilmente se contradice por la baja reputación del delator. Se dice que el asesinato en Londres de Jason Swift (1985), de 14 años, y en Amsterdam el de Manuel Schadwald (1993), de 13, fueron grabados, pero los «denunciantes» aparecen relacionados con la prostitución, la pornografía infantil y otras formas de malvivir. Existen testimonios de mucha consistencia, como los de algunos políticos en el citado «caso Dutroux», aunque sin consecuencias como resultado de escandalosos errores policíacos y coacciones no sólo a los testigos sino también a los jueces.

El periodismo de investigación. Se ha publicado algún reportaje sobre el infanticidio en orgías sexuales, como «Violaciones de niños: el fin del silencio», trabajo periodístico de carácter antes inculpatorio que informativo, con personas que dan testimonio de ello, pero sin impacto mediático y sobre el que los tribunales han pasado de largo por «falta de pruebas», difícil tarea cuando las víctimas se caracterizan por ser huérfanas o abandonadas, sin identidad conocida.