30 de agosto de 2013

Ataque a Siria: decisión complicada

El destructor «Barry» lanzando un misil «Tomahawk» (Natthan Pappas)
El recelo de los parlamentos europeos y la oposición de sectores de opinión parecen haber retrasado provisionalmente el ataque a Siria. La OTAN aún no ha adoptado una posición definida a este respecto y, con la retirada británica a imposición del Parlamento, solamente Francia secunda a Estados Unidos, pero las expectativas no son muy esperanzadoras.

Precedente. La llamada «primavera árabe» complicó la deteriorada situación interna de Siria y en 2011 la efervescencia popular degeneró en una guerra civil abierta. En 2012 los «rebeldes» fueron tomando algunas ciudades, pero ello no significaba el dominio del país, ya que el Gobierno no se rindió. El Ejército sirio, repuesto ya del desconcierto inicial, consiguió paralizar los esfuerzos de los «rebeldes» que, partiendo del interior y el Norte del país, trataban de unirse para aislar y ocupar la capital, Damasco, victoria propagandística casi resolutiva en una guerra civil tercermundista. Pero para que los «rebeldes» hubieran tenido éxito resultaba indispensable la rápida y eficaz ayuda de los aviones de la OTAN y ésta nunca llegó.

Los «rebeldes», pues, necesitaban incrementar el armamento de sus fuerzas, lo que consiguieron gracias al material militar enviado por países de la Liga Árabe y de la OTAN (entre ellos España), que se pudo organizar con eficacia y discreción gracias a que las fronteras con Siria les eran fácilmente permeables. Sin embargo, los suministros de armas extranjeras, incluidas las de Rusia e Irán para el Régimen de Bashar Asad, no serán factor determinante en el resultado de esta guerra.

El ataque químico. En 2013 la lucha parecía que iba a eternizarse cuando se produjo un hecho inesperado: el bombardeo químico de los arrabales de Damasco (21 agosto), con más de un millar de muertos y autoría, por ahora, poco clara. Estados Unidos y la Liga Árabe, secundado el primero por Francia y Reino Unido, acusaron al Gobierno sirio del ataque químico, pero la actitud de una mayoría de los miembros de la OTAN europea fue de un cierto recelo y muchos de sus parlamentos, incluido finalmente el de Reino Unido, exigen un mandato de Naciones Unidas o el acuerdo de la OTAN con la documentación probatoria de este delito y sus autores. No se trata sólo del «síndrome de Irak», sino de impedir que Europa caiga en un complot para forzar la intervención de la OTAN en favor de los «rebeldes».

Pete Souza
Los presidentes no son poderes prácticos, sino teóricos. Al parecer, Barack Obama no quiere atacar Siria, pero tal decisión es una potestad de los grupúsculos de poder que condicionan la política internacional.
Entretanto, las acusaciones mutuas de intereses particulares fueron aumentando gradualmente, con tintes de virulenta agresividad. El día 28 dos barcos de guerra rusos pasaron al Mediterráneo y los países de la OTAN enviaron más buques y aviones a la zona, pero de su número y clase no se conoce sino lo que puede verse desde el exterior; es decir, nada (cualquier relación nominal de la prensa en respecto de ellos es pura conjetura).

Algunos afirman que el presidente Obama, galardonado con el Nobel de la Paz, no quiere atacar Siria, pero el programa de los presidentes norteamericanos no difiere más que en meros matices y los principales ejes de la política exterior estadounidense siguen siendo los mismos. De hecho, caso de prosperar un ataque a Siria en las condiciones actuales, su mandato agudiza la intervención norteamericana en Oriente Medio iniciada por George W. Bush en Irak (2003).

Por supuesto, el golpe, de darse, se producirá en la forma de misiles de crucero, del tipo BGM-109 «Tomahawk». El interés particular que tiene este misil, a más de su gran precisión, es que permite que el barco o avión portador no penetre en las defensas enemigas, sin exponer tripulaciones o soldados, cuyas bajas son muy caras en la política doméstica. El ataque, salvo un bombardeo propagandístico deliberadamente inútil, podría dar ventaja decisiva a los rebeldes.

Un mal momento. El deterioro de las relaciones entre los Estados Unidos y la Unión Europea, producido por el espionaje de aquél a varios países europeos, se ha traducido por parte de un sector de opinión en la revisión en profundidad de la confianza en Estados Unidos. Europa está cansada de tantas aventuras extrañas en Oriente Medio, que en el caso de España, y sólo en Afganistán, le ha costado unos 3 000 millones euros y, a lo que es peor, unas 200 bajas, la mitad mortales. En síntesis, la argumentación de la gente humilde es la siguiente: ahora se quiere ayudar en Siria a una organización terrorista islámica a la que se intentó destruir o debilitar en Afganistán. Es una paradoja muy difícil de entender, por complicados que sean los principios categóricos de poder que rigen la política internacional.

John Kristoffersen
Destructor anti-submarino ruso clase «Kashin». La caída del Régimen de Bashar Asad amenaza con privar a Rusia de una de sus más sólidas bases estratégicas en el Mediterráneo, establecida durante la «guerra fría».
Malas prospectivas. La eventualidad de que Siria se transforme en otra Danzig, en referencia a la ciudad polaca que sirvió de pretexto a los alemanes para llegar la guerra a Europa en 1939, ya ha sido esbozada en la entrada «Siria: ¿la nueva Danzig?» Por lo pronto, este país ya es un pretexto para el endurecimiento de la política frente a Rusia, una vuelta a la antigua hostilidad de Europa occidental y Rusia. En este orden de cosas, no resulta tranquilizador que el flanco sur de la OTAN —Mediterráneo— esté siendo merodeado nuevamente por la Flota rusa.

Barcos españoles en la zona. Según informaciones públicas de la Armada, a finales de agosto de 2013 sólo nueve barcos españoles navegan fuera de sus aguas metropolitanas (Atlántico norte, Somalia, Australia), pero no se da noticia de la clase ni lugar donde paran tres de ellos. Con estas limitaciones, el único buque que por proximidad puede verse afectado en el ataque a Siria es el destructor «Blas de Lezo», buque de mando de la SNMG-2 («Standing NATO Maritime Group 2»), fuerza naval de escolta en el Mediterráneo oriental y el Mar Negro, apostadero de la flota rusa del mismo nombre.


ANEXO

Posiciones europea y rusa. Los países miembros de la OTAN se abstienen, por ahora, de tomar parte activa en un ataque inmediato a Siria, excepción de Canadá, Francia y Turquía. Con mayor énfasis que cualesquiera otro gobernante europeo, ha mostrado el presidente francés Hollande su deseo de participar en una acción de castigo contra Siria, pero ahora lo hace viendo que todo el entorno europeo considera con recelo tal medida.

Los planes rusos fueron objeto de varias revisiones, pero a falta de propuestas substanciales pueden considerarse como un disfraz de las verdaderas intenciones de Rusia. En términos claros, el proyecto del programa político ruso se puede describir así: una importante atención a China y las relaciones con países del Tercer Mundo, como Brasil e India.

Aaron Hostutler
El ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, y el secretario de Estado norteamericano, John F. Kerry, conversan en Washington (9 agosto 2013). El proyecto del programa político ruso, con ribetes hegemónicos más o menos disfrazados, ha lanzado un reto a la OTAN que ésta no tendrá más remedio que aceptar. 
La «conferencia» de San Petersburgo. Las circunstancias en que se celebró la reunión del G-20 en San Petersburgo (5 septiembre 2013) fueron verdaderamente extraordinarias. En efecto, los países y autoridades que se reunieron lo hicieron tan sólo dos semanas después del ataque químico y sin la firme voluntad política de cooperar.

Los llamados «países emergentes», es decir, los supuestamente más industrializados del Tercer Mundo, se reagruparon en torno a Rusia y China, que protegen un régimen totalitario tan genocida como las pandillas rebeldes que le combaten. Por su parte, Estados Unidos buscó el respaldo europeo, y singularmente el de los «Cinco Grandes» de la Unión Europea (Alemania, España, Francia, Italia y Reino Unido). Todos ellos, excepto Alemania, han firmado con Arabia Saudita, Australia, Canadá, Corea, Japón y Turquía el «Comunicado de los Once», en el que se reclama una «contundente respuesta internacional» contra Siria.