Kremlin
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Aunque la polémica no venía a cuento, la persecución legal de la publicidad homosexual fue tratada el 17 de enero con ocasión de un encuentro del presidente Putin y organizaciones deportivas participantes de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2014, que se celebrarán en la ciudad rusa de Sochi (7 febrero). Putin rechazó dar contenido político al asunto y su respuesta se puede sintetizar así: «no se
trata de perseguir la homosexualidad sino de impedir su propaganda para
preservar de la misma y la pedofilia a los niños».
Por supuesto, en la Unión Europa hubo oposición de los grupos de la izquierda política y especialmente por organizaciones de tipo homosexual.
Estas últimas vienen registrando una campaña no sólo en favor de su legalización,
allí donde fuere penada, sino también de su vulgarización, incluso
en las escuelas. En España, por ejemplo, y concretamente Andalucía, con Gobierno regional
socialista, se llegó a repartir en escuelas con alumnos de sólo 12 años folletos en los que se describen posturas
sexuales y el amor o relación erótica homosexual, especialmente niñas.
Hechos similares, y la permisibilidad con el «matrimonio» homosexual en Europa, justificaron en parte la procedencia de las medidas rusas, que llegaron a prohibir adopciones de niños rusos por españoles al sospechar de invertidos disfrazados de heterosexuales. Es evidente que Rusia dio proporciones excesivas a la sospecha, pero también lo es que los niños y adolescentes, tan
fáciles de manipular, parecen últimamente blancos proporcionados a propósitos
tanto políticos (nacionalismos) como sociales (movimientos de liberación
de toda índole).
Esta prohibición penal es un asunto doméstico de Rusia y que al parecer concuerda con la realidad social de este país, en donde se afirma que más de un tercio de la población es refractaria a la homosexualidad y hay un movimiento de opinión favorable a las medidas del presidente Putin. La atleta Yelena Isinbayeva, campeona mundial de salto con pértiga, denunció presiones del «lobby» homosexual y varios estudiosos
extranjeros, como el francés Aymeric Chauprade, describen Rusia como «esperanza
del mundo contra el nuevo totalitarismo».
Las opiniones contrarias a esta penalización omiten —o callan— que la punición real de la homosexualidad se limita a la publicidad de la misma; es decir, no incide en el ámbito de libertad del hombre o mujer afecto de homosexualidad, inclinación que pueden ejercer libremente tanto en cuanto no pretendan influenciar a terceros.
En fin, recordemos que el ordenamiento jurídico ruso no es la excepción: casi la mitad de los países existentes en el mundo penalizan la homosexualidad, entre ellos varios territorios de Estados Unidos, como Texas.