3 de marzo de 2014

Crisis en Ucrania, ¿error de quién?

Parlamento de la Unión Europea
La «victoria» de Rusia en Crimea está ya asegurada, pero Moscú quiere, a partir de este momento, asegurar también sus posiciones antes de que las negociaciones políticas reduzcan la importancia de su audaz operación estratégica en esta península, además de proporcionar a Kiev un golpe lo más fuerte posible y reforzar la moral popular de la minoría rusa, no sólo en Crimea sino también Ucrania oriental.

La operación rusa en Crimea es un éxito, incruenta y discreta, ocupados por los soldados rusos los aeropuertos de Sebastopol y Simferópol, tomadas intactas las pequeñas dependencias y arsenales militares ucranianos, que el día 27 haya unos 5 000 hombres en Crimea y dos días más tarde, 15 000. Las pequeñas guarniciones ucranianas en Crimea se han entregado, algunas para unirse a los «grupos de autodefensa» crimeanos, y quedan tres o cuatro en el S, aisladas y sin propósito de lucha.

El día 1 de marzo Ucrania puso en estado de alerta a todas sus fuerzas con el pretexto de que Rusia ha invadido Crimea y también se dispone a intervenir en Ucrania oriental, pero en las tropas ucranianas de Crimea es evidente la insubordinación a Kiev, cuando no la sublevación, y el 3 de marzo, como estaba previsto, el presidente Putin puso fin a unas espectaculares maniobras militares en la frontera oriental de Ucrania (150 000 hombres, 200 aviones y helicópteros, 800 carros de combate y unos 2 000 vehículos acorazados).

¿El error de Putin? Durante la conferencia de ministros de asuntos exteriores de la Unión Europea celebrada en Bruselas (3 marzo) se puso de relieve la necesidad de negociación en detrimento de la confrontación, pero parece evidente que Estados Unidos está buscando un entendimiento unilateral con Rusia con vistas a una libertad de acción en Asia oriental y a planificar una diplomacia más realista para sus intereses, que no son los de la Unión Europea. Por otra parte, los países que forman la Unión Europea, poseedores de un alto nivel tecnológico y de bienestar social, tienen que responder a otros desafíos domésticos mucho más inmediatos y acuciantes y con una población que se niega a prevenirse contra una guerra tras las continuadas aventuras militares en Cercano y Medio Oriente. Este orden de cosas, acaso por tenerlos previstos, benefician a la estrategia del presidente Putin, a quien muchos periodistas occidentales describen, sin convencer, como un trasnochado anclado en postulados decimonónicos.

¿El error de Europa? Algunos achacan los acontecimientos en Ucrania a una composición improvisada de la Unión Europea, pero en política no existe la casualidad y de darse, como dijo el presidente Franklin Roosevelt, ha sido meticulosamente planificada. Y es que Ucrania semeja el montaje de procesos prefabricados como los que en los años 90 llevaron a la desintegración a Checoslovaquia y Yugoslavia, donde la apenas disimulada ingerencia de la Comunidad Europea, especialmente Alemania en el primero, fue un factor determinante.

Andrey Stenin
Manifestación popular en Crimea a favor de Rusia, movimiento que tras los acontecimientos en esta península se extiende ahora a Ucrania oriental.
La «culpa» de Kiev. El nuevo Gobierno ucraniano protagonizó desde el comienzo un radical enfrentamiento con Rusia y en la práctica logró que se afianzará aún más el miedo en las minorías rusas. En efecto, hay que tener en cuenta que la población rusa representa la mitad holgada del total de residentes en Crimea (más de un tercio en Ucrania oriental). Pues bien, a pesar de este casi equilibrio entre rusos y ucranianos u otros eslavos, el Gobierno aprobó una ley que deja al margen la lengua rusa. A esta podían seguir otras discriminaciones, como se hizo en 1991 con la población rusa y otras minorías residentes en Letonia, y el nacionalismo ruso, siempre latente, emergió con virulencia, iniciándose así una prueba de fuerza que iba a terminar con la ocupación militar rusa de Crimea y una clara amenaza de intervención en Ucrania oriental.

Conclusión. Se puede afirmar como conclusión que en esta crisis de Crimea queda patente, cuando menos en Rusia, la vigencia de los principios de la «guerra fría», y que el «respeto» a los mismos es requisito indispensable para la paz en Europa y, por supuesto, para sacar el máximo rendimiento en política exterior. Si en algún momento pudo creerse que la aparición de la Unión Europea, como potencia económica mundial preponderante, iba a modificar la doctrina rusa, en realidad lo único que cambió fue la táctica de empleo de sus fuerzas, que ahora deben ser consideradas como medios complementarios de su política exterior en igual o mayor medida que en el caso de las estadounidenses.


ANEXO

Movimientos de la OTAN. Polonia apeló al artículo 4º del Tratado de la OTAN ante el despliegue de tropas rusas en la frontera ucraniana, pero hasta el día 3 de marzo, de las «amenazas» no se había pasado a la acción y, por ahora, no parece posible la intervención directa de la Organización en Ucrania.

Se sabe que hoy, al menos en el Mediterráneo oriental, permanece activado el despliegue de la SNMG-2 («Standing NATO Maritime Group 2»), fuerza naval de escolta en el Mediterráneo oriental y el mar Negro bajo el mando, desde 2013, del buque de guerra español «Álvaro de Bazán», al que substituyó en febrero el «Cristóbal Colón», también del tipo F-100. Según informaciones de la Armada, el último atracó en Creta para dirigirse a Djibouti (mar Rojo). No obstante, a principios de marzo 14 barcos españoles navegan fuera de sus aguas metropolitanas (Atlántico norte, Somalia y otros) y no se da noticia de la clase ni lugar donde paran algunos de ellos.