30 de mayo de 2014

Japón amenaza a China

US Department of Defense
Durante una conferencia en Singapur (30 mayo), el primer ministro japonés Shinzo Abe ofreció ayuda militar a los países que tienen litigios territoriales con China, especialmente Vietnam y Filipinas. Una guerra internacional en Asia oriental viene incubándose desde hace algunos años y la política nacionalista de Tokio, con el apoyo de Estados Unidos, puede encender la mecha que haga estallar un conflicto en la región de consecuencias imprevisibles.

Desde 1946 Japón ha renunciado a la guerra como política de estado, pero en 2014 se anunció una reforma de la Constitución que permita a sus fuerzas armadas intervenir allende sus fronteras nacionales, decisión legítima, pero inoportuna al coincidir con un clima bélico en la zona: Japón tiene territorios en disputa con China y Taiwan (Senkaku), Corea del Sur (Liancourt) y Rusia (Kuriles del Sur), con constantes fricciones que pueden transformarse en guerra abierta (véase «La guerra fría se desplaza a Asia oriental»).

La disputa de Japón con China respecto a las islas Senkaku, nacionalizadas por aquel en 2007 y al parecer con primeras materias tan importantes como el petróleo, empeoraron las relaciones entre ambos países. La «ocupación» japonesa de estas islas puede incitar a China a ocupar territorios en disputa con Vietnam y Filipinas, incapaces ambos de una respuesta bélica eficaz ante la inmensa superioridad china.

El ministro Shinzo Abe no puede —o quiere— iniciar conversaciones para llegar a un arreglo amistoso o por lo menos a un «modus vivendi» con China y ahora promete ayuda a los países que tienen litigios territoriales con China, decisión que contribuye a hacer aún más dificultosa las relaciones entre ambos países. Los defensores de la causa nipona afirman que esta tiene por objeto frenar el «imperialismo contiguo» de China, pero la realidad es que el único país por ahora que ha adelantado sus fronteras sobre territorios en disputa es Japón (islas Senkaku).

No se puede asegurar que Japón vuelve a constituir una amenaza para la paz y seguridad, pero la realidad es que el primer ministro Abe ha adoptado una política de rearme de su país en estrecha colaboración con Estados Unidos, negociando un pacto de defensa mutua cuyo más claro exponente son los proyectiles antimisiles. Esta decisión no ha sido motivada por una presión de la opinión pública japonesa, muy sensible por todo lo relacionado con los gastos de la defensa y la alianza militar con Estados Unidos, lo que la hace políticamente sospechosa.

Estados Unidos, ¿un aliado? Un tratado de seguridad entre Estados Unidos y Japón permite el estacionamiento de tropas norteamericanas, pero durante la «guerra fria» se produjeron incidentes que despertaron gran hostilidad contra Estados Unidos. En 1954 decenas —o centenares— de pescadores japoneses resultaron afectados por la radiactividad de las pruebas de bombas atómicas en el Pacífico, en los años 60 un escape tuvo lugar en los arsenales químicos de Okinawa y en 1980 un submarino estadounidense, el «George Washington», con armamento nuclear a bordo, embestió a un carguero japonés sin detenerse luego para auxiliar a la tripulación, que fue recogida por pesqueros japoneses.

Estados Unidos no tiene más aliados que intereses y los japoneses deberían recordar las palabras del que fuese el más firme aliado norteamericano en Oriente Medio, Mohamed Reza Pahlevi (1919-80), rey de Irán: «Es malo enfrentarse a Estados Unidos, pero es mucho peor confiar en el».