5 de mayo de 2014

Ucrania: el «éxito» de Estados Unidos

US Department of Defense
La crisis ucraniana tiene benifiaciario único: el rearme, es decir, Estados Unidos. Mientras las querellas entre Rusia y la Unión Europea minan sus intereses, los de Estados Unidos se fortalecen, país que cifra su prosperidad económica en un saludable comercio de armamentos de guerra. Las consecuencias de esta gran crisis de confianza entre europeos y rusos a cuenta de Ucrania beneficia la estrategia estadounidense en Asia oriental. 

Se dice que el nuevo «auge» de Rusia es el acontecimiento más significativo de la crisis de Ucrania, pero hay otro y más importante: el rearme, aliviadero del sistema capitalista. La Unión Europea estuvo empeñada durante los últimos años en reducir los gastos en defensa (Reino Unido eliminó su aviación embarcada en 2010 y España redujo la suya en 2013, por poner dos ejemplos), pero con la crisis en Ucrania las tornas se vuelven: Suecia y Finlandia han aumentado sus gastos en defensa y planean adherirse a la OTAN, como también Georgia, y el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, pidió de los países europeos una mejor consideración a sus presupuestos de defensa (30 abril 2014) so pretexto de la «amenaza de Rusia».

La OTAN europea está dividida, los gastos en defensa no satisfacen a esta organización y dícese que la solución ideal a tales problemas sería un avance ruso en Ucrania oriental (el factor más importante en la cohesión de la OTAN y el aumento del gasto militar es una amenaza exterior común, artificiosa o real, caso de la Unión Soviética en la «guerra fría» o, más tarde, el «terrorismo islámico»). En cualquier caso, es evidente que Estados Unidos busca ciertos ajustes en Europa antes de emprender otra aventura más arriesgada en Asia oriental (el fortalecimiento militar y litigios territoriales en esta región ya han sido descritos en La «guerra fría» se desplaza a Asia oriental).

Para los estadistas y técnicos bien documentados no parece probable que Moscú quiera barrer el estado intermedio de Ucrania o cometa un error en el Báltico, como invadir Lituania, Letonia o Estonia, donde se han maltratado las minorías rusas y se ejerce censura informativa, pero los norteamericanos y sus enanos circunstanciales europeos, como Polonia y Estonia, insisten con ribetes casi obsesivos en comparar la política exterior del presidente ruso Putin y la del dictador alemán Hitler, bien que la doctrina que más se ajusta a la de este último es la de la OTAN (ganacias territoriales y nuevos mercados a expensas de la debilidad de países vecinos).

Los movimientos de la Unión Europea en la crisis de Ucrania son más difíciles de entender. Los europeos pretenden cerrar sus mercados al comercio ruso, pero parece una medida fatal: no se puede arruinar a Rusia sin perjudicar a Europa al mismo tiempo, especialmente Alemania, que depende en más del 30% del gas ruso y con intereses económicos en este país que pueden reducir todavía más el pobre crecimiento alemán (0'6 %).

La realidad es que Estados Unidos, acudiendo a su particular necesidad, siempre ha encontrado en cada momento histórico el «casus belli» más apropiado posible y puede asegurarse que Ucrania es uno de los detonantes en potencia (los otros dos son las islas Kuriles y Senkaku del Pacífico) para una conflagración internacional o universal. Y esta, sin duda, se desencadenará en el porvenir porque sin clima bélico no hay dinero; cuando menos en el caso de Estados Unidos.