26 de junio de 2014

OTAN: una expansión peligrosa

OTAN
El anhelo hegemónico es inherente a todo Estado nación u organización, pero en el caso de la OTAN va en menoscabo de los intereses de Rusia. Este país, proclive al nacionalismo y el militarismo y con gran diferencia el más extenso del planeta y vastísimos recursos naturales, parece inexpugnable en toda su extensión y la única estrategia es la llamada «política de cerco», considerada en el Kremlin como una provocación de la OTAN.

La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) es un organismo creado en 1949 por países del llamado mundo occidental para su defensa colectiva. Tuvo cierto papel beneficioso al aglutinar, más o menos, los dispersos intereses de los países europeos con el pretexto de una amenaza exterior (Unión Soviética), pero con la carga de poner en peligro sus economías encareciendo los presupuestos militares.

El Pacto de Varsovia no surgió como réplica a la OTAN, sino a la incorporación en este organismo de la República Federal de Alemania (1955). También es una leyenda la idea de que las Fuerzas Armadas estadounidenses vertebraron la OTAN (los ejércitos europeos contribuían en la Organización con casi el 90% de tropas, carros de combate y aviones).

Con el motivo aparente, una y otra vez, de que la Unión Soviética había incrementado su capacidad de ataque sobre Europa occidental, la OTAN consiguió año tras año una buena consideración de los Parlamentos a los gastos de defensa (en la década de 1980 Europa occidental poseía almacenadas en su suelo más de 7 000 cabezas nucleares). Sin embargo, los europeos desconfiaban hacia un rearme interminable y el costo de unos ejércitos que consideraban al servicio de otros intereses (en 1982 una reunión de la OTAN puso en evidencia la tensión y el ambiente de desconfianza mutua).

Una reunión del Pacto de Varsovia en junio de 1983, tan rápida como secreta, terminó con un comunicado en el que se proponían medidas bilaterales urgentes para evitar una catástrofe nuclear mundial, pero la OTAN pidió aumentar en un 500% los gastos militares a partir de 1985. Esta carrera armamentística llevó a la Unión Soviética a la ruina, con el remate de una mala reforma económica del líder soviético Mijaíl Gorbachov.


Territorio OTAN en la década de 1980, la última y más peligrosa de la «guerra fría», y ganancias territoriales tras el final de la misma. La «política de cerco» a Rusia es evidente si se añaden aliados como Japón o candidatos como Azerbaiján y Georgia.
La caída del Pacto de Varsovia. Moscú buscó la distensión exterior y en 1989 propuso la disolución de ambos bloques para el año 2000, pero la OTAN rechazó la oferta. El Pacto de Varsovia se disolvió en 1990 y el mismo año se unió Alemania, dividida tras la derrota sufrida en la II Guerra Mundial. El mantenimiento de este país como miembro de la OTAN incumplió el Acta Final de Helsinki de 1975, que rechaza la pertenencia de una Alemania unida a la estructura de la OTAN, y también un requisito de Moscú para respaldar la unión de los alemanes.

En 1991, tras un intento de golpe de estado, la Unión Soviética dejó de existir y la estrategia defensiva de la OTAN se hizo agresiva: los ministros de Defensa de la Organización aprobaron crear una fuerza de acción rápida para responder a toda agresión exterior y se hicieron planes de intervención militar más allá de las fronteras de los países miembros.

Con la desaparición del llamado peligro comunista, gran parte de la opinión pública pidió la disolución de la OTAN, más todavía desde que en 1991 se desveló en Italia la existencia de un ejército secreto por nombre «Gladio». Al parecer, en la década de 1960 empezaron a operar fuerzas secretas anticomunistas de la OTAN en los países europeos, grupos clandestinos y coordinados que se movieron con absoluto desprecio al control democrático de los parlamentos y podían ser responsables de centenares de asesinatos a lo largo de la «guerra fría», como el ataque terrorista a la estación ferroviaria italiana de Bolonia (1980).

La expansión de la OTAN. La desaparición de la Unión Soviética legó a la OTAN un poder sobre Europa que esta organización aspiraba a convertir en hegemonía y adhesión tras adhesión fue ensanchando sus fronteras. Rusia no intentó oponerse a la OTAN, cuya potencia militar y económica era demasiado para la mala situación rusa, en bancarrota financiera y con un ejército corrompido. Así, en 1999 la OTAN avanzó sus fronteras sobre Hungría, Polonia y Chequia; y en 2004 lo hizo sobre Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, Rumanía y Países bálticos (Estonia, Letonia, Lituania) para terminar en 2009 con Albania y Croacia, por ahora.

Vasily Batanov (RIA Novosti)
La anexión de Crimea se debe al deseo del presidente Putin de remediar la debilidad geográfica de Rusia ante la constante expansión de la OTAN. Este Organismo está creando un clima para reanudar la carrera armamentística exagerando los peligros reales.
Los nuevos miembros de la OTAN tras el fin de la «guerra fría» tienen ejércitos muy pequeños o anticuados y algunos sin defensas aéreas de caza (Albania, Eslovenia, Países bálticos), pero que satisfacen la estrategia de la OTAN, que evoluciona hacia una serie de posiciones ventajosas coordinadas, lo que crea una delicada situación en el dispositivo terrestre y naval de Rusia, en una erosión gradual de este país.

Si la OTAN conseguía apoderarse de todos los antiguos dominios soviéticos, su omnipotencia quedaría asegurada y la crisis en Ucrania probó que no hay obstáculos a la ambición de Bruselas. Moscú reaccionó recuperando Crimea, territorio ruso hasta 1954, pero esta península no restablece el equilibrio tan deseado en Europa por Rusia.

El «imperialismo contiguo» de la OTAN ha modificado la doctrina rusa, con una política exterior más agresiva que ahora sirve de pretexto a aquella para pedir un aumento del gasto militar, aunque con poco éxito, salvo algún plan invisible (Finlandia y Suecia vacilan en su adhesión a la OTAN y los países occidentales se niegan a aumentar sus presupuestos de defensa).

La opinión pública. Dejando aparte el orden militar, más de la mitad de los europeos (70% en el caso alemán) se oponen al fortalecimiento militar de la frontera oriental de la OTAN y para el gran público es difícil entender el papel en la «seguridad de Europa» de países exóticos y lejanos como Azerbaiján y Georgia, ambos surgidos de la desintegración de la Unión Soviética. No obstante, los Estados Unidos y la Unión Europea (léase OTAN) parecen moverse con desprecio a la voluntad de sus ciudadanos y han lanzado un «reto» a Rusia que esta, por criterios de supervivencia, no tendrá más remedio que aceptar.