US National Archives
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En víspera de la I Guerra Mundial las potencias europeas implicadas tenían inventariados casi un millar de aviones, con Francia como fabricante adelantado. Se trataban de aviones pequeños, monoalas o bialas, de hélice propulsora o impulsora, de entre 300 y 1 300 kg de peso al despegue, con la observación como misión fundamental, principalmente en la corrección del fuego de la artillería. Como bombarderos incidentales podían transportar entre 130 y 45 kg de bombas y el tipo más grande de la época era el tetramotor ruso Sikorsky «Ilya Mourometz V», de 4’6 t de peso y 0’5 t de carga útil teórica. La primera incursión aérea «estratégica» exitosa, entendiéndose por tal la encaminada a destruir los medios enemigos para el sostenimiento de su esfuerzo de guerra, fue llevada a cabo en 8 de octubre de 1914 por un Sopwith «Tabloid» británico, pequeño biala monomotor, que arrojó dos bombas de 9 kg sobre unos hangares en Dusseldorf.
Como fuere que estos aviones primitivos eran blanco fácil para las ametralladoras y aun la fusilería corriente, todas las naciones se pusieron febrilmente a la tarea de aumentar el techo y velocidad de los nuevos aviones. Entre tanto, sin armas especiales que oponer a los ataques aéreos de gran altitud, los globos dirigibles rígidos alemanes accedieron impunemente a sus objetivos en Gran Bretaña hasta que logró improvisarse una defensa antiaérea más o menos eficaz. Los primeros cañones antiaéreos eran piezas de campaña corrientes adaptadas a este cometido, habitualmente de 75 mm de calibre, afustes reformados para obtener una alta desviación vertical, alzas telescópicas y munición con espoletas que provocaban la explosión de los proyectiles a un tiempo predeterminado. También se adoptaron proyectores para iluminar a las aeronaves enemigas, pero eran poco potentes.
CDC
Bombardero alemán tipo Zeppelin «Staaken» (1917)
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Durante la guerra se introdujeron algunas modificaciones que redundaron en beneficio del alcance y altitud del bombardero, como los «sobrealimentadores» montados experimentalmente en el tipo alemán «Staaken R VI» (1917), que le permitían alcanzar con plena carga una altitud de 6 500 m; es decir, el máximo alcance eficaz del cañón antiaéreo del Ejército regular británico, que era el de 76’2 mm (3 pulgadas), y por encima de la zona de máxima precisión de tiro. En contraposición, la exactitud del bombardeo era ínfima a falta de sistemas de puntería eficaces. Como fuere que los aviones de la época no tenían más sistema de navegación aérea que el mapa, la brújula y referencias visuales sobre el terreno, la navegación nocturna o con mal tiempo se complicaba extraordinariamente y sólo eran efectivos contra ciudades, zonas industriales y otros grandes objetivos inmóviles y fáciles de localizar. Las bombas vulgares pesaban entre 50 y 250 kg, en razón a la distancia y características del objetivo de ataque. En 16 de febrero de 1918 un «Staaken R VI» lanzó sobre Chelsea la primera bomba de 1 t de peso. Hacia el final de la guerra los británicos utilizaron bombas de hasta 750 kg.
Us National Archives
El Boeing B-17 (1938) es considerado el primer bombardero estratégico, con un radio aéreo de entre 3 000 y 5 000 km, según versión. Se proveyeron unos 12 700 aviones.
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En la entreguerra prosperó la idea de que un uso terrorista del potencial aéreo (destrucción de ciudades) podía poner fuera de combate a cualquier país. El general americano William Mitchell fue más lejos y afirmó públicamente que el poderío aéreo había desplazado totalmente el navío de guerra. Ambas teorías no convencieron plenamente a las autoridades militares y la II Guerra Mundial las comprobó sólo parcialmente.
Como el radio de acción aumenta proporcionalmente a la capacidad de transporte de combustible, el incremento de peso superó las posibilidades de los motores de la época y los pocos bombarderos estratégicos experimentales puestos en planta no prosperaron, como el triala americano XNBL-1 (1923) o el monoala ruso «Kalinine K-7» (1933), ambos hexamotores.
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El Avro «Lancaster» (1942), principal bombardero estratégico británico en la II Guerra Mundial, con unos 7 400 aviones fabricados.
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En la Guerra Civil española (1936-39) las facciones enfrentadas compraron y emplearon modernos bombarderos alemanes, italianos y rusos, todos del tipo medio o pequeño, de tres motores o menos. La resistencia madrileña a los continuos bombardeos aéreos cuestionó su papel resolutivo, pero los efectos de estas incursiones aéreas comprobó la capacidad destructora de la aviación empleada contra ciudades.
Durante la II Guerra Mundial solamente Reino Unido y Estados Unidos hicieron un amplio empleo del bombardero estratégico. Al primero pertenecen los «Halifax», «Sterling» (1940) y «Lancaster» (1942); al segundo, los «Flying Fortress» (1939), B-24 «Liberator» (1942) y B-29 «Superfortress» (1944). Rusia e Italia pusieron en servicio cantidades muy pequeñas de los tipos Pe 8 (1940) y P-108 (1941), respectivamente. El polimotor estratégico de mayor radio aéreo fue el japonés Nakajima G8 «Renzan» (1944), punto menos que experimental; en lo tocante a la capacidad de transporte, los B-17 y 29 fueron los campeones.
US National Archives
Boeing B-29, puesto en servicio en 1944, fue el modelo más perfecto de la II Guerra Mundial y el primero en realizar un bombardeo atómico. Se proveyeron casi 4 000 aviones.
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Los aviones B-17 y 24 de la VIII Fuerza Aérea americana, con base de operaciones en Gran Bretaña desde mayo de 1942, sometieron a bombardeo el territorio ocupado por las fuerzas alemanas. Los objetivos de ataque, en origen estrictamente militares, se extendieron a las ciudades y en 13 de febrero de 1945 aconteció el de Dresde, con un balance de entre 150 000 y 300 000 muertos. La ofensiva aérea aliada comportó, pues, una grande destrucción mortífera, pero aparentemente no neutralizó el poderío industrial bélico del enemigo.
US Department of Defense
El Convair B-36 «Peacemaker» (1949), equipado con 6 motores de émbolo y 4 turborreactores, se construyó en número muy inferior al de sus predecesores (384).
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Por su gran capacidad de combustible, los bombarderos estratégicos podían operar más prolongadamente sobre el mar y en el transcurso de la contienda intervinieron activamente en misiones de exploración y ataque a los sumergibles adversarios.
El bombardero más perfecto de la guerra y el primero con capacidad atómica, si bien incidental, fue el Boeing B-29. El prototipo de este tetramotor, muy complicado y con elementos poco o nada experimentados, entró en servicio en junio de 1943 y un año después empezó el bombardeo masivo del Japón desde China occidental e Islas Marianas, en una campaña sostenida con intensidad creciente.
US Department of Defense
El Boeing B-47 «Stratojet» (1951), bombardero medio norteamericano de gran radio de acción, propulsado por seis turborreactores, con unos 2 000 fabricados.
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El advenimiento de la propulsión a chorro durante la II Guerra Mundial permitió crear aviones que podían sobrepasar los 850 km/h, pues las hélices, por el efecto de compresión, no se prestan eficazmente a artilugios con velocidades que sobrepasen el 0’7 Mach, excepto en el caso de aquella con velocidad de rotación supersónica y palas cortas en gran número. El primer bombardero del tipo fue el pequeño bimotor alemán Arado 234, con una carga útil de 1’5 t y capaz de moverse a 740 km/h en vuelo horizontal. En 1945 Alemania comenzó a construir el primer bombardero reactor polimotor, el Arado 234C. En lo tocante al manejo del aeroplano, una ventaja de la propulsión a chorro era la ausencia de impulso rotativo propio de la hélice; es decir, la tendencia a moverse el eje longitudinal del avión en el sentido contrario al que gira la hélice. En contraposición, los primitivos motores reactores eran muy propensos a la falla mecánica, con tendencia a pararse bruscamente, requerían un entretenimiento continuado y se desechaban a las 25 horas de funcionamiento o menos.
US National Archives
El Boeing B-52 (1955). Unos 90 aviones de los 744 fabricados siguen en servicio o reserva en 2014.
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Guerra Fría. Finalizado el conflicto, las potencias vencedoras tendieron a considerar el bombardero estratégico como principal vector de lanzamiento de la bomba atómica, arma preponderante de la guerra fría. El desarrollo de armas atómicas multiplicó sobremanera la capacidad destructora del bombardero y la misión de avión único o aislado desplazó totalmente a las grandes formaciones de bombardeo en oleadas.
El problema de conjugar armamento, blindaje, velocidad y radio de acción condujo a unos bombarderos gigantescos, de 150 t o más. Sus primitivos reactores consumían combustible en cantidades fabulosas, con la consiguiente tasa en alcance, y necesitaban largas pistas de grueso pavimento a causa de la alta velocidad de aterrizaje inherente al peso y potencia grandes y la pobre aceleración de los turborreactores de la época, al punto que en las maniobras de despegue algunos modelos solían utilizar como fuente de energía auxiliar cohetes JATO («Jet Assisted Take-Off», ya experimentados en el alemán Arado 234.
La miniaturización del arma atómica permitió el desarrollo de bombarderos más pequeños y en los que se dio preferencia especial a la velocidad como característica principal, pero la creciente velocidad de los nuevos cazas y el perfeccionamiento de las defensas antiaéreas de cohetes de baja cota hizo inútil todo esfuerzo en esta dirección. Así, el Northrop B-2 «Spirit» (1993), el más moderno y perfecto, es subsónico, en tanto su predecesor inmediato, el B-1 «Lancer» (1974), capaz en origen de sobrepasar Mach 2, se alistó con velocidad reducida a Mach 1’2. En ambos casos, empero, conservan una gran capacidad de transporte a fin de poder batir simultáneamente varios objetivos con cohetes autoguiados.
US Department of Defense
El Tupolev 16 «Badger» (1954), del que se construyeron unos 1 500 aviones. Todavía se fabrica bajo patente en China como Xian H-6.
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En Estados Unidos las compañías Consolidated Vultee (Convair) y Boeing se repartieron la fábrica del bombardero estratégico, con el «Strategic Air Command» (SAC) como administrador único. El primero de la posguerra fue el Boeing B-50, versión mejorada del B-29. Siguieron el Convair B-36 (1952), hexamotor de hasta 186 t de peso al despegue y 36 t de carga útil. Las versiones finales de este avión, último bombardero estratégico americano propulsado por motores de émbolo, iban equipadas con diez motores, cuatro de ellos turborreactores. En 1953 apareció el Boeing B-47 «Stratojet», el primero de propulsión a chorro y ala en escotadura. Era más veloz que el B-36 y con una carga bélica similar a la del B-50, al que remplazó ventajosamente en casi todos los órdenes. El sustituto del B-36 fue otro gigante: el Boeing B-52 «Stratofortress», dotado de ocho motores en góndolas pendientes del ala, 221 t de peso al despegue y velocidad horaria de unos 1 000 km. En 1960 entró en servicio el Convair B-58 «Hustler», primer bombardero supersónico en vuelo horizontal, pero de corto radio aéreo a causa de su pequeño tamaño. Los dos últimos modelos, ambos en servicio, son el «Lancer» y el «Spirit». Por criterios políticos y económicos antes que militares, la fábrica en serie del primero no comenzó hasta 1984 y con una versión parcialmente degradada (B-1B), menos complicada y más económica que la prototípica B-1A (1974), pero con radio de acción superior y superficie rádica más baja. Disponible en número suficiente, no sustituyó al B-52 ni está inventariado como vector de lanzamiento atómico en las conversaciones de desarme, pero es el más certero, caro y poderoso de los bombarderos estratégicos después del «Spirit», heredero más letal.
Ministerio de Defensa de Rusia
El Tupolev 95 «Bear» entró en servicio en 1956 y su fábrica se reanudó en 1981. Se han construido unos 500 y los últimos serán eliminados en... 2040.
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Estados Unidos utilizó el tipo de ala en escotadura en sus modelos transónicos (B-47 y 52) y de delta en los supersónicos (B-58). El primero, muy apropiado para velocidades transónicas en tanto retrasa los efectos de la compresión (resistencia al avance con ondas de choque en el ala) que acompaña estas velocidades, presenta, entre otras desventajas, un mal comportamiento en los grandes ángulos de ataque y la dificultad de acomodar un tren de aterrizaje. El problema de recoger las ruedas en el interior de las delgadas y altas alas de los B-47 y 52 se solucionó adaptando un tipo de tren tándem, con ruedas principales dobles bajo el fuselaje y otras simples y más menudas en los extremos del ala.
Aparentemente, el ala en delta presenta casi todas las ventajas de la ala en escotadura en vuelo transónico, una menor carga alar por centímetro cuadrado y, habitualmente más gruesa a causa de una cuerda mayor, se presta como bancada de motores y depósito de combustible. Salvada la barrera sónica (mach 1 o 1 224 km/h), el manejo de una aeronave es superlativamente más fácil al desaparecer la compresión que acompaña las velocidades transónicas, pero es necesario minimizar presiones y resistencias internas para evitar la dislocación del avión. El ala delta es inapropiada para los grandes bombarderos y el B-1, el modelo con mayor carga bélica, utiliza un ala de «flecha variable», básicamente una de escotadura con cambio de ángulo. La posición adelantada es la más apropiada para las maniobras de aterrizaje y despegue; la más retrasada, para el vuelo a gran velocidad.
Ministerio de Defensa
Tupolev 22M «Backfire» (1972), capaz de retrasar el ala en vuelo.
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Rusia se adscribió casi exclusivamente al tipo de ala en escotadura, aun en sus ingenios supersónicos. En 1947 creó su primer reactor polimotor de bombardeo, el Ilyushin 22, modelo experimental proyectado sobre la versión tetramotor del Arado 234, pero el primer bombardero estratégico ruso de la posguerra fue el Tupolev 4, copia sin licencia del americano B-29. A este siguieron el Tu-16 «Badger» (1954), reactor de características similares a las de su coetáneo B-47; el Myasishchev 4 «Bison» (1953), primer bombardero estratégico gigante ruso (160 t), pero con la carga útil del B-47; el Tu-20 «Bear» (1954), semejante en tamaño y peso al anterior, pero de cuatro turbohélices con doble hélice contrarrotatoria; el Tu-22 (1960), de capacidad supersónica horizontal y que aparentemente no satisfizo; y el Tu-22M (1970), con ala de flecha variable. Los dos últimos son de tipo medio y destinados mayormente al combate naval. Finalmente, el Tu-160 «Blackjack», considerado un proyecto análogo y de dimensiones superiores al del B-1, presentó muchos problemas de diseño. A la desintegración de la Unión Soviética, el Gobierno de Ucrania hizo suyos los 19 «Blackjack» desplegados en su territorio desde 1987 y permitió a los americanos conocer el bombardero soviético más moderno.
Reino Unido y Francia, potencias nucleares, solo crearon bombarderos medios. Durante la década de 1950 Reino Unido desplegó los tipos «Valiant» y «Victor», con velocidades de unos 1 000 km/h y alcances de unos 5 000 km. El supersónico francés Mirage IV (1963), poco mayor que un gran caza, tenía un radio de acción muy pequeño.
Bennie J. Davis
Rockwell B-1 «Lancer» (1986), diseñado para substituir al B-52, al que nunca desplazó por razones políticas y económicas.
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Los misiles aire-tierra. En los años 60 aparecieron cazas que podían llevar cohetes de autopersecución proyectados contra los bombarderos supersónicos y proyectiles superficie-aire, multifásicos y autodirigidos, capaces de batir objetivos a 20 km de altura. La importancia de estos inventos en perjuicio del bombardero eran evidentes y algunos tratadistas militares anunciaron su desaparición. En la década de los años 70 la extinción del bombardero estratégico parecía más o menos cercana a causa de a) su alto coste y dudosa utilidad frente al cohete intercontinental, b) los cuantiosos gastos en operaciones y favores políticos inherentes al sostenimiento de bases aéreas en el extranjero y c) el empleo de un novedoso tipo de misil, el denominado «de crucero», básicamente un pequeño avión sin tripulación, autónomo y autoguiado, de empleo estratégico o táctico y con carga nuclear o convencional, dotado de turborreactor y superficies aerodinámicas.
Ministerio de Defensa de Rusia
El Tupolev 160 «Blackjack» (1987), similar al norteamericano B-1, pero en menor número (35 frente a 104, respectivamente) y sólo 16 en servicio.
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Los avances conseguidos en Rusia en el mismo periodo fueron menores, con ingenios más sencillos y de menor radio de acción. Empero, tuvieron consecuencias análogas: el «Blinder» se reformó en 1961 como avión portamisiles (Tu-22K) y la construcción del «Bear», interrumpida en los años 60, se reanudó en 1980 con un modelo derivado sin modificaciones radicales (Tu-95). Los últimos «cruiser» rusos, como el AS-15 «Kent» (RK-55), presentan alcances de 3 000 km y carga bélica de 200 kT.
Como fuere que el misil de crucero resta importancia a la velocidad y maniobrabilidad del avión portador y hace innecesario que este penetre en las defensas enemigas, en la década de 1980 se estudió la adaptación de aviones de transporte comercial como lanzadores de misiles de crucero, con los tipos de fuselaje ancho o «wide body» (B-747, L-1011, DC-10) como candidatos principales, capaces de transportar de entre 70 y 100 misiles para su lanzamiento en masa o aisladamente, extraordinaria sucesión de fuego dudosamente práctica.
La eficacia de este tipo de armas quedó demostrada durante la Guerra de Kuwait, en la que el B-52 las utilizó contra objetivos tanto terrestres (misiles AGM-86) como marítimos («Harpoon»).
Bombarderos estratégicos en servicio. Únicamente Estados Unidos y Rusia son capaces actualmente de proyectar, construir y mantener bombarderos estratégicos. En 2006 el primero tenía en nómina 85 B-52H y 21 «Spirit»; el segundo, 64 «Bear H» y 14 «Blackjack», apoyados en misiones «no estratégicas» por 65 «Lancer» y 174 «Backfire», respectivamente. La plantilla del material chino queda constituida por 20 «Hong-6», de tipo medio y copia del ruso Tu-16, ha tiempo obsoleto. El resto de las medias y pequeñas potencias atómicas dependen de cazas polivalentes adaptados.
Prospectiva. Entre las características exigidas actualmente al bombardero estratégico pierde importancia la alta velocidad de vuelo, no así la de alta y muy baja cota, con altitudes del orden 100 m o menos, ínfima superficie rádica y gran radio de acción con posibilidad de abastecimiento en vuelo, tendencia cara al futuro ya esbozada en el «Spirit». La modernización del B-52 con objeto de mantenerlo en servicio hasta la década de 2020 y la fábrica ralentizada del «Blackjack» no hacen prever para el próximo decenio cambios revolucionarios en los bombarderos estratégicos. Teniendo en cuenta los elevadísimos costes de estos aviones y admitido que la mejora del misil de crucero reduce las características exigibles al avión portador, empieza a pensarse que será más rentable en el futuro sustituir el bombardero estratégico expreso por aviones de transporte comercial transformados, más económicos y fáciles de enmascarar.