28 de septiembre de 2015

Cataluña dice «no» al secesionismo

EFE
El 27 de septiembre de 2015, tuvo lugar en Cataluña un plebiscito disfrazado de comicios regionales en el que una mayoría de los votantes (52%) rechazaron convertir Cataluña en república, rechazo propugnado por «Ciudadanos», Partido Socialista, Partido Popular y «Podemos», mientras que la coalición «Juntos por el sí» y el marxista CUP habían hecho campaña en favor de la forma independentista. Estos consiguen una victoria parlamentaria, pero una derrota en voto directo.

Como apuntaban los pronósticos, las coalición secesionista «Juntos por el sí», formada por «Convergencia Democrática de Cataluña» (CDC) e «Izquierda Republicana de Cataluña» (ERC) y encabezada por un comunista madrileño (Raúl Romeva), resultó vencedora en el Parlamento catalán, aunque sin mayoría absoluta. Obtuvieron 62 escaños (perdieron 10) y el 39'6% de los sufragios, los liberales de «Ciudadanos» 25 asientos (ganó 16) y el 17'9%, el Partido socialista 16 asientos y el 12'7%, «Podemos» y Partido Popular 11 cada uno (8'9 y 8'4%, respectivamente) y CUP 10 (ganó 6) y el 8'2%.

Derrota del secesionismo. Es de notar que aunque los secesionistas («Juntos por el sí» y marxistas) consiguen una victoria en el Parlamento, salen derrotados en voto directo, que es el que representa la voluntad popular: 47% frente al 52.

Esta «paradoja» fácilmente se explica con un ejemplo: en 1999, los nacionalistas de «Convergencia y Unión» consiguieron 56 escaños con un 37'7% de los votos, mientras que los socialistas del PSC-PSOE obtenían 52 a pesar de haber recibido el 37'8% de los sufragios, es decir, unos cinco mil votos más. La razón para ello está en un sistema electoral y un reparto por circunscripciones que doblan el valor de un voto en ciudades enanas como Gerona o Lérida (por cierto, principales saltaderos de secesionistas) en relación a otro en Barcelona, donde los secesionistas son clara minoría. Tales circunstancias han sido la frustración de los separatistas, que no logran la victoria por voto directo que tanto pronosticaban.

Renitor
Los secesionistas se presentan como la expresión de Cataluña, pero los hechos no corroboran esta afirmación: el 52% de los catalanes se oponen a la desintegración de España; es decir, los secesionistas son la anomalía, también en los ámbitos racional y legal.
Precaria victoria parlamentaria. La coalición «Juntos por el sí» actúa por la necesidad de no dividir votos en las elecciones, para canalizar los sufragios de los emigrantes (desconocedores de la política española) y para favorecer la idea de una supuesta mayoría. Es decir, su creación es una señal de debilidad y los resultados no han sido buenos: estas elecciones de septiembre, al permitir una estrecha victoria de «Juntos por el sí», dejan en manos de un partido enano (CUP) la mayoría parlamentaria de los secesionistas y, a lo que es peor, el precario equilibrio político entre las dos fuerzas: los partidarios de romper España y los de mantenerla unida.

A medida que aparecen graves delitos político-financieros en el ámbito de su partido, las argucias de Artur Mas para mantenerse en el poder van adquiriendo ribetes enfermizos y éste puede formar un gobierno de coalición en el que está representada la derecha nacionalista, con su propio partido, el CDC, en el centro, y los de la izquierda radical (ERC) y marxista (CUP) flanqueándolo... 

La información mediatizada siempre encubre una propaganda ideológica. La televisión pública regional (TV3), cuya «opacidad informativa» ha sido denunciada incluso por algunos de sus empleados, omitió hasta entrada la madrugada del día 28 el porcentaje de votos contrarios a la secesión y el periódico «La Vanguardia» anunció la victoria del «sí», cuando el voto directo indica todo lo contrario. Ambos pueden argumentar que envían noticias según su particular apreciación, pero se tiene la impresión de que esta televisión pública y los dos únicos periódicos barceloneses (el resto son punto menos que panfletos a beneficio del secesionismo) han influido en la formación de conciencias favorables al secesionismo al mismo tiempo que destacaban por su falta de resultados frente a la corrupción económica de conocidos militantes nacionalistas. Si la publicidad y las subvenciones arbitran tal predisposición, es otro asunto.

El Partido Popular. El coste socioeconómico de la continuada política de reformas, inevitable tras la desastrosa herencia del anterior presidente de España, el socialista Rodríguez Zapatero, fue un factor decisivo en la derrota del Partido Popular en las elecciones regionales andaluzas (22 marzo 2015) y, si se quiere, en los malos resultados en las catalanas (27 septiembre). Ahora bien, Xavier Albiol, que encabezó al Partido Popular catalán, no contaba en los pronósticos y bastante ha hecho con llegar a los 11 escaños frente a los 5 que se pronosticaban sólo dos meses antes. La percepción de que en Cataluña el Partido Popular e Izquierda Unida (comunistas) se van reciclando en «Ciudadanos» y «Podemos», respectivamente, es evidente, pero sin que se lleve a cabo una verdadera renovación de la clase política, salvo en las apariencias.