25 de septiembre de 2015

Ucrania: el tratado olvidado

Gobierno de Ucrania
Los medios informativos rusos presentan la anexión de Crimea (2013) como el resultado de una voluntad popular y de la crisis de confianza en un país hermano, pero con ella Moscú ha incumplido los más solemnes compromisos adquiridos con Ucrania, concretamente el Tratado de Amistad y Cooperación de febrero de 2000, por el que los rusos renunciaban definitivamente a sus pretensiones territoriales sobre la península de Crimea y el puerto de Sebastopol, en el mar Negro.

Ucrania es el más extenso de los países enteramente europeos (unos 600 000 kilómetros cuadrados), pero también uno de los más pobres. Fue una de las 15 integrantes y la segunda más importante de la desaparecida Unión Soviética. Como en todas las antiguas repúblicas comunistas y soviéticas, la grave crisis económica y la inestabilidad política fueron las tendencias dominantes en el período que sucedió a la independencia (diciembre 1991).

Sin embargo, el antiguo arsenal soviético hizo de Ucrania la tercera potencia nuclear del mundo y los occidentales dieron prioridad a la eliminación del mismo. A cambio de ayudas económicas y presionados por Rusia y Estados Unidos, en 1992 los ucranianos firmaron el tratado de desarme START I, en 1994 otro trilateral (Ucrania, Rusia y Estados Unidos) para el desmantelamiento de todos los misiles intercontinentales estacionados en Ucrania y se adhirieron al Tratado de No Proliferación Nuclear. Tras la independencia, muchos jefes políticos y militares insistieron en la creación de un fuerte ejército para enfrentar una amenaza de Rusia y tanto este país como Estados Unidos garantizaron la integridad territorial de Ucrania.

Con las ayudas económicas de organizaciones internacionales, como los créditos por valor de 500 millones de dólares concedidos por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, el país lograría gradualmente una cierta estabilidad y una continua apertura hacia Europa occidental bajo la vigilancia de Rusia, de la que depende vitalmente para el aprovisionamiento energético.

En junio de 1995 Ucrania firmó un acuerdo comercial con la Unión Europea, en noviembre siguiente ingresó en el Consejo de Europa y en 1996 participó de las consultas con la OTAN relativas a la ampliación de esta organización hacia el E de Europa. Al mismo tiempo, una amplia reforma económica fortalecía la cooperación con Rusia.

Taras Litvinenko (RIA Novosti)
La incorporación de Crimea por Rusia no supone la desaparición del Estado ucraniano, pero sí una reducción de su territorio sobre el estratégico mar Negro. La Carta de Naciones Unidas prohíbe toda anexión que no sea cesión libre.
El problema de Crimea. La pobreza despierta apetitos secesionistas entre las minorías y la península de Crimea, habitada por rusos en más de un 60%, adoptó en 1992 una declaración de independencia rechazada por el Parlamento ucraniano, aunque este le otorgó a la región el estatuto de «república autónoma».

La importancia de Crimea para Rusia hay que buscarla en la antigua flota soviética del Mar Negro, estacionada en el puerto crimeano de Sebastopol. La situación económica de Ucrania era tan mala que en 1993-95 hizo concesiones a Rusia y renunció a un reparto a partes iguales de la flota del mar Negro a cambio de los suministros de hidrocarburos rusos y de compensaciones económicas.

Ambos países firmaron en febrero de 2000 un Tratado de Amistad y Cooperación, por el que los rusos renunciaban definitivamente a sus pretensiones territoriales sobre la península de Crimea y el puerto de Sebastopol, en el mar Negro. En 2013 este acuerdo saltó hecho pedazos: Rusia, so pretexto de la voluntad de las minorías y el agrandamiento de la OTAN, se anexionó Crimea y apoyó una insurrección en Ucrania oriental. Bruselas, a su vez, se desdijo de sus compromisos: no sólo negó apoyo directo sino también la entrega de material, lo que impidió al Ejército ucraniano, gastado y anticuado, de una rápida solución en sus territorios orientales.

La mala situación político-económica de Ucrania provocaron un período anárquico, que aprovechó el presidente Putin para la incorporación de Crimea por Rusia y apoyar una rebelión en la cuenca del Donets que amenaza desintegrar el resto del país. Pero también es evidente que el citado período anárquico, rebelión incluida, es el resultado de las obscuras complicaciones de Bruselas y Washington.