25 de noviembre de 2015

El derribo del avión ruso divide la OTAN

OTAN
El 24 de noviembre de 2015, los embajadores de los países miembros de la OTAN fueron convocados en Bruselas para estudiar el derribo del bombardero Sujoi 24 ruso por la aviación turca. El comunicado de la OTAN, no obstante apoyar a Turquía, se limitó a expresar su «preocupación» por lo sucedido e invitaba a una campaña internacional centrada en el «Estado Islámico», pero este comunicado está muy lejos de haber recibido la unanimidad.

En efecto, inmediatamente después de este comunicado se observaron las primeras filtraciones de la reunión, como la de que algunos de los concurrentes mostraron su irritación por la acción turca («hay otras formas de enfrentar este tipo de incidentes sin necesidad de disparar») y la preocupación de Grecia, país con el que Turquía mantiene una permanente hostilidad. No se deben menospreciar estas diferencias: la erosión gradual de la OTAN fue ostensible en la dispersión de intereses surgida con el papel de la Unión Europea y los Estados Unidos en Ucrania y es ahora, con la de Turquía en Siria, cuando la crisis de la Alianza puede llegar a sus cotas más bajas.

Lo cierto es que los turcos no consiguieron que se endurecieran las posiciones y ello puede deberse a que los miembros de la OTAN padecen una crisis de confianza en Turquía, como se echó de ver en esta reunión, y no quieren comprometer la Organización en la particular y peligrosa política exterior de Ankara. Incluso en países que, como Reino Unido, apoyan tradicionalmente a Turquía, ya han aparecido voces críticas, como la del antiguo diplomático Craig Murray, que califica el derribo del aparato ruso de «absolutamente indefendible».

El presidente ruso Putin puede parecer un paria para la comunidad internacional desde su anexión de Crimea e invasión de Ucrania oriental, pero el presidente turco Erdogan no es personaje de menor repugnancia. Se tiene la impresión —algunos la certeza— de que Turquía actúa como celoso guardián del comercio petrolífero del «Estado Islámico», relación que debe ser una fuente de riqueza importante, al menos para algunos sectores del país, porque el grueso del comercio exterior turco se realiza no sólo con los países de la Unión Europea, sino también con Rusia, intercambios comerciales en los que Turquía tiene todas las de perder.

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El secretario de la OTAN durante el comunicado con el que terminó la reunión de urgencia sobre el derribo de un Sujoi 24 ruso por la aviación turca (24 noviembre 2015).
La OTAN está envenenada con la idea de preservar la cohesión de su flanco meridional y este «apoyo» a Turquía no supone ninguna sorpresa, pero legitima un endurecimiento en la vigilancia aérea de los países, que se venía atenuando desde los años 80 tras una serie de fatales accidentes (y que, por cierto, sirvió de pretexto para justificar el mal papel de la defensa de caza norteamericana durante los ataques camicace a Nueva York y Virginia). Así, por obra de la miopía de la OTAN, que en los últimos años va enlazando errores sin solución de continuidad, Moscú tiene un argumento para mandar al suelo un avión turco así cometa un pequeño error, siquiera sea de segundos, como parece el caso del Sujoi 24 derribado. Por de pronto, Moscú se apresura a replicar enviando cohetes antiaéreos S-400, aduciendo que se tratan de medios defensivos, y algunos de sus barcos de guerra han pasado al Mediterráneo (crucero «Moskva»). El derribo de uno o varios aviones turcos parece sólo una cuestión de tiempo...

El problema turco. Turquía está vinculada desde 1996 a la Unión Europea por una unión aduanera, ha solicitado el ingreso en la Unión como miembro de pleno derecho y en 2000 Bruselas aceptó a este país como futuro candidato a la integración, pero sin fijar fecha alguna para el inicio de negociaciones (y así hasta el día de hoy). Estudios recientes indican que una mayoría entre los europeos recelan de Turquía, al que no consideran uno de los suyos. En efecto, escasamente un 3% de Turquía es europea y la religión de la inmensa mayoría es el islamismo, ahora con el agravante de un presidente que contemporiza con el fundamentalismo islámico.