16 de noviembre de 2015

G-20 y la financiación del «Estado Islámico»

Kremlin
El asunto de la financiación del «Estado Islámico» sigue siendo altamente polémico. De ello trató el presidente Putin en la reunión de los países del «Grupo de los Veinte» (G-20) celebrada en Antalya (Turquía) el 15 y 16 de noviembre de 2015, a la que asistió notablemente «armado», pues unos días antes sus espías espaciales y aviación de reconocimiento consiguieron documentación probatoria del transporte de petróleo de territorios del «Estado Islámico» a la frontera turca.

La documentación gráfica, una parte conseguida probablemente con sobrevuelos «accidentales» del territorio turco, muestra caravanas kilométricas de camiones cisterna en la dirección de Turquía y a las que nadie había molestado antes de ser atacadas, con acciones muy aisladas, por la aviación iraquí. Por otra parte, denunció un escándalo según el cual varios países del G-20 financian a este ejército terrorista, pero ninguno de los concurrentes pidió aclaraciones ni propuso una comisión investigadora. La razón para ello está en que Estados Unidos, Unión Europea y Japón, que son en definitiva las cabezas de serie dentro del Grupo, no se interesaron en el asunto, como tampoco Arabia Saudita, sobre todo Arabia Saudita.

La acusación, tan audaz como polémica, pues señala veladamente, entre otros, al país patrocinador de esta cumbre y socio de la OTAN (Turquía), no es en ningún caso novedosa: antes lo hicieron el vicepresidente estadounidense Joe Biden y, en referencia a Qatar y Arabia Saudita, el ministro alemán Gerd Müller y el primer ministro iraquí Nouri al Malaki, respectivamente. En el ámbito local, Gursel Tekin, del Partido Socialista turco, denunció que el transporte de estos hidrocarburos corre a cargo de la compañía BMZ, controlada por Bilal Erdogan, hijo del presidente turco Recep T. Erdogan, que últimamente despierta recelos entre sus socios de la OTAN.

El papel de intermediario de ciertos gobiernos o sociedades privadas —unos 40 según Putin— entre el «Estado Islámico» y países o empresas paraestatales, está siendo cada vez más criticado por amplios sectores de opinión, pero aún así, no se han incoado comisiones investigadoras o procesos judiciales contra los sospechosos y sólo algunos jefes políticos, como los anteriomente citados, lo denuncian públicamente. Y es que el asunto del «Estado Islámico» y sus relaciones con Arabia Saudita, Qatar, Turquía y otros, por no mencionar ciertas grandes empresas petroleras, puede constituir uno de los más sensacionales escándalos modernos, con el agravante de que han muerto, por ahora, más de 150 000 inocentes.

Diego Crespo
El presidente español Rajoy y su colega ruso Putin durante la cumbre G-20 en Turquía. España aboga por una solución pacífica del «problema de Rusia», pero al mismo tiempo fortalece con sus buques y aviones la vigilancia de la frontera rusa de la OTAN.
La pantomima del G-20. El «Grupo de los Veinte» (G-20) aparece en 1999, pero en realidad es una continuación del «Club de los Veinte» (1972), que se creó en sustitución del «Club de los Diez» o «de París» (1962) y éste, a su vez, con el resurgir de las economías de Europa occidental y Japón, que acabaron con la hegemonía absoluta que hasta entonces había detentado Estados Unidos con el «Sistema Monetario Internacional», fundado en Bretton Woods en 1944. Dícese que el G-20 nació para hacer frente a posibles crisis dotándose de una base más amplia y representativa, en sustitución del «Grupo de los Siete»; esto es, la misma propaganda retórica que en el caso del citado «Club de los Veinte» de 1972.

Contrariamente a la idea popular, el G-20 no lo componen veinte países de los más desarrollados (India tiene unas catastróficas estadísticas de bienestar social y China, Brasil, Indonesia y otros una renta «per cápita» baja) ni tampoco con el PIB más importante (faltan Holanda y Suiza y sobran Argentina y Sudáfrica). Los colosos económicos mundiales son Unión Europea y Estados Unidos, que representan casi la mitad del PIB mundial, y en relación a este y por países el orden en 2015 es el siguiente: Estados Unidos, China, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Brasil, Italia, India, Rusia, Canadá, Australia, España, Corea del Sur, Méjico, Indonesia, Holanda, Turquía, Arabia Saudita y Suiza. El PIB no es reflejo de la renta «per cápita», que a la práctica es la que mide la bonanza económica de los ciudadanos de un país: la de China no es ni la cuarta parte de la japonesa (38 000), India e Indonesia andan por los 4 000 y la de Brasil, el «coloso» latinoamericano, es de unos 12 000 frente a los 35 000 de italianos y españoles o los 40 000 de Francia y Reino Unido o los 45 000 de Alemania, por no hablar de Arabia Saudita (53 000).

Desde 1999, el G-20 se ha reunido con frecuencia para trazar las líneas maestras del nuevo orden monetario internacional y desde la cumbre estadounidense de Pittsburg (septiembre 2009) se quiere hacer creer que substituye al G-7, pero esta idea resulta un tanto sibilina: Estados Unidos, Unión Europea y Japón, en unas circunstancias tecnológicas y económicas sensiblemente diferentes de los otros países, tienen un control casi absoluto sobre el G-20 y, con sus responsable políticos, supervisan la actividad del Fondo Monetario Internacional. Esta cuestión tiene un evidente trasfondo político y supone serios perjuicios para los países subdesarrollados o «emergentes», en donde las posiciones de poder no dejan a las representaciones latinoamericanas, africana y casi toda la asiática más parcela que la del «prestigio» para sus políticas domésticas.