9 de febrero de 2018

«Me too»: ¿denuncia o tapadera?

National Film Archive
En 2006, la activista Tarana Burke habló en las redes sociales de la misoginia, en concreto del abuso sexual en las clases más desfavorecidas, y dijo estas palabras: Me too («Yo también»), en respuesta a una muchacha jovenzuela que se confesó víctima de abusos sexuales en su infancia. En 2017, una obscura actriz, Alyssa Milano, lanzó la consigna Me too para denunciar tales abusos en Hollywood.

El grito fue inmediatamente recogido, ampliado, discutido. Pero aún en esos momentos el lema Me too estaba envuelto en ambigüedad. No se sabía bien su alcance y su significado, sobre todo cuando se presentan como abusos deshonestos contra las mujeres algún comentario de mal gusto. También plantea alguna crítica las denuncias de los casos de abuso sexual por parte de actores y productores, acusados injustamente o sin las debidas garantías legales y constitucionales, esto es, antes de que sus abogados les defiendan ante los tribunales. La ceremonia de los premios Globos de Oro en 2018, el 7 de enero, ha sido en esta ocasión un intento de promoción publicitaria de Me too más que una muestra de arte; y también política, con la periodista Oprah Winfrey postulando su candidatura a la presidencia de Estados Unidos.

Contestatarios. No todas las actrices han aceptado sin reticencias al Me too. Si la denuncia de los abusos impúdicos parece justa a la mayoría, algunos lo consideran como un desafío del feminismo más rancio o el puritanismo más enfermizo y su propio nombre como una provocación. Varias actrices atacaron por estas razones el grito Me too o se han mostrado reticentes para con el mismo. La actriz Brigitte Bardot despreció el Me too: «Muchas actrices calientan a los productores para obtener un papel peliculero»; y el actor Leslie Nelsen lo define como «una caza de brujas», opiniones que les valdrían ataques de parte de feministas. También la actriz Catherine Deneuve, debido a su actitud inconformista con estas denuncias, fue criticada como antifeminista.

New Line Cinema
«Me too» se enfrenta a unos silencios que resultan reveladores. Las denuncias de corrupción de los niños actores aparecidas en 2007 no han sido prácticamente abordadas hasta que en 2017 un actor tan solvente como Elijah Wood (en la imagen) manifestó públicamente sus sospechas en «una pedofilia organizada en Hollywood».
Esta contradicción o fingimiento apuntada por Bardot, Deneuve y otras se hace evidente en la actriz Scarlett Johansson, ardiente paladín de Me too, que participó en los filmes Match point (2005) y Vicky, Cristina, Barcelona (2008) del actor y director de cine Woody Allen, hostigado por los medios a propósito de unos abusos deshonestos contra su hijastra Dylan Farrow, en 1992, o en la concesión de un premio Oscar en 2003 a Roman Polanski, huido de la Justicia tras ser acusado formalmente de la violación de una niña de 13 años en 1977.

¿Catarsis o telón de fondo? Estas protestas podrían ser reflejo y catarsis del abuso sexual, pero también, desgraciadamente, cámara de protección o falso telón de fondo del verdadero problema en la llamada «Meca» de la industria cinematográfica: la pederastia, sobre todo homosexual. En efecto, cuando se llega a esta aberrante desviación, el control es férreo y difícil de sobrepasar, llevado en ocasiones a extremos de hermetismo incomprensible para la mayoría, siendo así muy pocos los periodistas o escritores que en sus artículos acusan este indiferentismo. Y la explosión mediática de Me too tiene lugar, astuta o inconscientemente, en el momento en que aparecen denuncias de pederastia con niños actores, como Corey Feldman y Corey Haim (1971-2010), que podrían alcanzar a los verdaderos reyes y príncipes de la farándula peliculera, reyes y príncipes que no son, como se cree, los nombres más sonoros o populares del cine de consumo. Así, Me too hace posible que en los medios informativos se tergiverse y enmascare la pederastia homosexual de tal forma que los hechos quedan disimulados. ¿Causalidad o casualidad?