Michael Stonecypher
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La actividad espacial científica requiere publicidad para su continuidad; la militar, no. Las misiones del avión aeroespacial «Boeing X-37» son secretas y, por tanto, militares. Este secretismo mueve juicios muy críticos, con dudas sobre el alcance real y las motivaciones de estas misiones, entre ellas una militarización encubierta del espacio.
El «X-37», programa experimental para la NASA (1999), fue transferido a la Fuerza Aérea en 2004. Se trata de una lanzadera en miniatura, de 9 m de longitud y 4'5 m de envergadura, lo suficientemente pequeña para encerrarla en un cohete y satelizarla en órbita baja (unos 300 km de altura). La desviación de un programa de la NASA a las fuerzas armadas no es extraña: las actividades espaciales de aquella dependen de una sección científica, pero los militares imponen sus propios criterios y se atribuyen la mejor parte, caso del «X-37», también llamado «OTV» («orbital test vehicle»).
En marzo de 2013, la Fuerza Aérea cuenta dos aviones tipo «X-37B», versión perfeccionada del «X-37A» de la NASA, que nunca se lanzó al espacio. El primero de ellos despegó de Cabo Cañaveral el 22 de abril de 2010 y aterrizó en Vandenberg (California) el 3 de diciembre, en una operación completamente automática, la primera del tipo tras la de la lanzadera soviética «Buran» (1988). El 5 de marzo de 2011 se lanzó el segundo «X-37», que, tras permanecer en órbita 469 días, aterrizará también en Vandenberg. El 11 de diciembre de 2012 le toca de nuevo el turno al primer «X-37» satelizado, en una misión también secreta y duración desconocida. El nombre de clave de estos vuelos son, respectivamente, «OTV 1», «2» y «3» (en respecto de las misiones, «USA 212», «226» y «240»), todos ellos inyectados en órbita con cohetes bifásicos «Atlas V».
La satelización del «X-37B» puede obedecer a motivos científicos o a una táctica de política agresiva, más allá de la adquisición de informes sobre los propósitos y posibilidades de potencias antagónicas, y es innegable que el uso militar se puede disfrazar con fines utilitarios o científicos. Sin embargo, se sabe que presenta órbita baja, larga vida y capacidad de reingreso. Estas características son importantes para especular sobre sus posibles aplicaciones. La órbita baja o «Leo» («Low Earth Orbit») es la más apropiada para el espía espacial y tiene como característica principal una satelización más sencilla y económica. Cabe añadir que la órbita circular del «X-37» no requiere instalaciones terrestres más complicadas ni presenta el efecto «Doppler» como factor de distorsión (incremento y disminución de la frecuencia de ondas según se acerca o aleja el satélite de la Tierra). Finalmente, la capacidad de reingreso permite recuperar físicamente la información recabada en el espacio, sin exponerla a interferencias electromagnéticas. Otra aplicación nada desdeñable del «X-37» es volar a unos 250 km de altura, demasiado elevada para los aviones y excesivamente baja para los satélites libres (estos pueden ser situados a una altura de unos 100 kilómetros, pero en órbita elíptica).
¿Que finalidad persiguen los norteamericanos con el «X-37»? De momento ya disponen de un sistema sencillo, seguro y eficaz, con las ventajas del cohete y muchas de la lanzadera espacial, pero sin los cuantiosos y costosos esfuerzos que requiere la última, un ingenio que les permite ir al espacio para satelizar un espía enano, instalar destructores de misiles o destruir cualquier satélite enemigo. En efecto, los cambios de altura en los vuelos orbitales de los «X-37» recuerdan aquel programa ofensivo que la extinta Unión Soviética venía experimentando desde 1967 con la persecución y destrucción simulada entre satélites. Tampoco hay que poner obstáculos a la idea de que pueda tener un papel en las operaciones del radiotransmisor militar de Gakona (Alaska).
Críticas. El secretismo que rodea al «X-37» es una clara violación al Derecho Espacial, y concretamente al convenio que tiene por objeto el conocimiento exacto de los ingenios lanzados al espacio ultraterrestre. Estados Unidos «justifica» esta violación a los acuerdos espaciales en interés de la «defensa y seguridad nacionales», pero los problemas pueden venir después, en el caso de probarse una militarización del espacio, que podría inducir a posibles conflictos de alcance internacional.
Hasta finalizar 2017, los dos aviones aeroespaciales «Boeing X-37» se han ido lanzando por turnos en cinco misiones, las cuatro primeras mediante cohetes «Atlas V» y la última con un «Falcon 9».
Ya hemos dicho que el OTV-3 fue lanzado el 11 de diciembre de 2012. Después de permanecer en una órbita terrestre 674 días y 22 horas, aterrizó en Vandenberg (17 octubre 2014). El OTV-4 (USA-261), segundo vuelo del segundo X-37, constituirá una nueva demostración de la seguridad de ese aparato: el vuelo durará del 20 de mayo de 2015 al 7 de mayo de 2017, o sea 717 días, 43 más que el anterior. Cuatro meses después, el 7 de septiembre, fue lanzado el primer X-37 en su tercer vuelo (OTV-5, misión USA 277), impulsado por un cohete «Falcon 9». Para 2019 está programado el sexto lanzamiento de la serie, el (OTV-6). Según las autoridades militares, estos cuatro ensayos cumplieron satisfactoriamente los objetivos del programa X-37, demostrando las buenas cualidades de esos aviones aeroespaciales y de los cohetes lanzadores —«Atlas» y «Falcon»—.
En marzo de 2013, la Fuerza Aérea cuenta dos aviones tipo «X-37B», versión perfeccionada del «X-37A» de la NASA, que nunca se lanzó al espacio. El primero de ellos despegó de Cabo Cañaveral el 22 de abril de 2010 y aterrizó en Vandenberg (California) el 3 de diciembre, en una operación completamente automática, la primera del tipo tras la de la lanzadera soviética «Buran» (1988). El 5 de marzo de 2011 se lanzó el segundo «X-37», que, tras permanecer en órbita 469 días, aterrizará también en Vandenberg. El 11 de diciembre de 2012 le toca de nuevo el turno al primer «X-37» satelizado, en una misión también secreta y duración desconocida. El nombre de clave de estos vuelos son, respectivamente, «OTV 1», «2» y «3» (en respecto de las misiones, «USA 212», «226» y «240»), todos ellos inyectados en órbita con cohetes bifásicos «Atlas V».
La satelización del «X-37B» puede obedecer a motivos científicos o a una táctica de política agresiva, más allá de la adquisición de informes sobre los propósitos y posibilidades de potencias antagónicas, y es innegable que el uso militar se puede disfrazar con fines utilitarios o científicos. Sin embargo, se sabe que presenta órbita baja, larga vida y capacidad de reingreso. Estas características son importantes para especular sobre sus posibles aplicaciones. La órbita baja o «Leo» («Low Earth Orbit») es la más apropiada para el espía espacial y tiene como característica principal una satelización más sencilla y económica. Cabe añadir que la órbita circular del «X-37» no requiere instalaciones terrestres más complicadas ni presenta el efecto «Doppler» como factor de distorsión (incremento y disminución de la frecuencia de ondas según se acerca o aleja el satélite de la Tierra). Finalmente, la capacidad de reingreso permite recuperar físicamente la información recabada en el espacio, sin exponerla a interferencias electromagnéticas. Otra aplicación nada desdeñable del «X-37» es volar a unos 250 km de altura, demasiado elevada para los aviones y excesivamente baja para los satélites libres (estos pueden ser situados a una altura de unos 100 kilómetros, pero en órbita elíptica).
¿Que finalidad persiguen los norteamericanos con el «X-37»? De momento ya disponen de un sistema sencillo, seguro y eficaz, con las ventajas del cohete y muchas de la lanzadera espacial, pero sin los cuantiosos y costosos esfuerzos que requiere la última, un ingenio que les permite ir al espacio para satelizar un espía enano, instalar destructores de misiles o destruir cualquier satélite enemigo. En efecto, los cambios de altura en los vuelos orbitales de los «X-37» recuerdan aquel programa ofensivo que la extinta Unión Soviética venía experimentando desde 1967 con la persecución y destrucción simulada entre satélites. Tampoco hay que poner obstáculos a la idea de que pueda tener un papel en las operaciones del radiotransmisor militar de Gakona (Alaska).
Críticas. El secretismo que rodea al «X-37» es una clara violación al Derecho Espacial, y concretamente al convenio que tiene por objeto el conocimiento exacto de los ingenios lanzados al espacio ultraterrestre. Estados Unidos «justifica» esta violación a los acuerdos espaciales en interés de la «defensa y seguridad nacionales», pero los problemas pueden venir después, en el caso de probarse una militarización del espacio, que podría inducir a posibles conflictos de alcance internacional.
ACTUALIZACIÓN DICIEMBRE 2017 (X-37B)
Hasta finalizar 2017, los dos aviones aeroespaciales «Boeing X-37» se han ido lanzando por turnos en cinco misiones, las cuatro primeras mediante cohetes «Atlas V» y la última con un «Falcon 9».
Ya hemos dicho que el OTV-3 fue lanzado el 11 de diciembre de 2012. Después de permanecer en una órbita terrestre 674 días y 22 horas, aterrizó en Vandenberg (17 octubre 2014). El OTV-4 (USA-261), segundo vuelo del segundo X-37, constituirá una nueva demostración de la seguridad de ese aparato: el vuelo durará del 20 de mayo de 2015 al 7 de mayo de 2017, o sea 717 días, 43 más que el anterior. Cuatro meses después, el 7 de septiembre, fue lanzado el primer X-37 en su tercer vuelo (OTV-5, misión USA 277), impulsado por un cohete «Falcon 9». Para 2019 está programado el sexto lanzamiento de la serie, el (OTV-6). Según las autoridades militares, estos cuatro ensayos cumplieron satisfactoriamente los objetivos del programa X-37, demostrando las buenas cualidades de esos aviones aeroespaciales y de los cohetes lanzadores —«Atlas» y «Falcon»—.