6 de marzo de 2013

Guerra de Malvinas y la OTAN

Misil «Pershing II» (US Department of Defense)
En 1982 Europa se encontraba ante la posibilidad innegable de un conflicto nuclear. Tal perspectiva, y la necesidad de aliviar su mala situación económica y política, contribuyó a que Argentina se decidiera a atacar el archipiélago de las Falklands (2 abril 1982), pero no lo hizo con la superioridad de fuerzas necesarias ni acertó en sus pronósticos respecto de la Comunidad Europea y la OTAN.

En 1982 Europa se encontraba ante la posibilidad de un conflicto nuclear. La Unión Soviética había incrementado sustancialmente su capacidad de ataque sobre Europa occidental y la OTAN, en respuesta, aprobó la decisión de instalar en sus respectivos países 672 misiles «Pershing II» y «BGM-109», que vendrían a sumarse a las más de 7 000 cabezas nucleares que Europa occidental poseía ya almacenadas en su suelo. Sin embargo, la decisión no recibió la unanimidad de los estados afectados y la opinión pública se oponía a un impulso a la carrera de armamentos que aumentaba el grado de probabilidad de un ataque atómico soviético a Europa occidental.

Una sucesión de hechos obscuros complicaron el asunto, como el derribo de un avión comercial italiano (junio 1980) o el accidente de un submarino soviético cerca de la base naval sueca de Karlskrona (octubre 1981), al parecer durante un minado nuclear de los estrechos escandinavos. En tal clima de tensión se podía saltar sin transición del agudo estado de alerta al fuego cruzado nuclear, con el agravante de que los miembros europeos de la OTAN, cuyos ejércitos contribuían en la Organización con casi el 90% de tropas, carros de combate y aviones, no estaban dispuestos a poner en peligro su economía encareciendo los presupuestos militares y padecían una crisis de confianza en sí mismos.

En Reino Unido, la primera ministra conservadora, Margaret Thatcher, apoyaba la instalación de los «euromisiles», pero se dudaba de su continuidad en el cargo a causa de la mala situación económica del país y la oposición —partidos Liberal y Laboralista— había condenado la instalación de misiles norteamericanos en territorio británico y la nuclearización del país, aprobando una resolución a favor del desarme nuclear unilateral y el cierre de las bases extranjeras (véase «Contencioso de las Malvinas y los euromisiles»).

Ronald Reagan Presidential Library
Ronald Reagan y Margaret Thatcher en 1981, año en que el primero se convierte en presidente de Estados Unidos.
Argentina, con una inflación y una deuda externa astronómicas, acarició la oportunidad que le deparaba la posibilidad de una conflagración en Europa para avanzar hacia sus objetivos de dominio en el archipiélago de las Falklands. La creencia en que la mala posición socio-económica de Reino Unido y las crecientes preocupaciones de la OTAN impedían a estos países adoptar medidas resueltas, y la necesidad de aliviar su mala situación económica y política que no había dejado de deteriorarse, contribuyó a que Argentina se decidiera a atacar las islas Falklands (2 abril 1982). Las fuerzas defensivas británicas eran insignificantes y la ocupación del archipiélago se consumó en pocas horas, prácticamente sin combates.

Los considerables problemas logísticos que planteaba el mantenimiento de una línea de aprovisionamiento a una distancia de 13 000 km permitió abrigar la esperanza acerca de una renuncia británica a las Falklands y la fácil victoria representó un éxito de la política doméstica (la opinión pública respaldó unánimemente la decisión del Régimen), pero tuvo el desafortunado efecto de inspirar a los argentinos demasiada confianza en el empeño.

Estos acontecimientos tuvieron una respuesta rápida: Naciones Unidas exigió una retirada inmediata de las Falklands (Resolución 502), la Comunidad Europea embargó las importaciones originarias de Argentina y la exportación de armas hacia dicho país y Estados Unidos apoyó públicamente a los británicos. El Gobierno argentino no había hecho los preparativos adecuados para enfrentarse con la eventualidad de semejante apoyo y todo tuvo que ser improvisado apresuradamente con el inicio de contactos encaminados a formular apoyos y alianzas con países sudamericanos, pero solamente Perú contribuiría al esfuerzo de guerra con una docena de viejos «Mirage 5» (un «Mirage III» con avioníca degradada).

Bob Simons
Casi por las mismas fechas en que británicos y argentinos luchaban en las islas Falklands la OTAN realizaba maniobras en Alemania como respuesta a un incremento de la actividad soviética. En la fotografía un «M-60A1» durante las citadas maniobras.
El desastre, finalmente, parecía ya seguro por obra y gracia de la miopía militar de los dirigentes argentinos, que insistieron en que la única estrategia consistía en mantenerse a la defensiva hasta que nuevos factores hubiesen cambiado las condiciones lo suficiente para emprender negociaciones con razonables esperanzas de éxito.

El papa Juan Pablo II visitó ambos países y trató en vano una solución pacífica al contencioso argentino-británico. Perú se había esforzado entretanto en encontrar una base de paz en la que pudieran convenir los países enfrentados. Estos esfuerzos fueron desechos por el hundimiento del viejo crucero ligero «Belgrano» (2 mayo), que empujó finalmente la débil flota argentina a sus puertos.


Con el dominio del mar y superioridad aérea en la zona de operaciones de las fuerzas británicas, las tropas argentinas en las islas perdieron su significación estratégica y la aviación, con armamento inadecuado y limitación de medios y radio de acción, vióse reducida en su misión a apoyar las fuerzas terrestres. Como principal agente de destrucción utilizó misiles «Exocet», pero en número tan reducido que sólo sirvieron para demostrar sus posibilidades.


El día 21 de mayo los británicos desembarcaban en la bahía de San Carlos (Falkland del Este) y el 14 de junio las fuerzas argentinas se rindieron sin condiciones. En este intervalo de tiempo la aviación hundió dos fragatas y tres buques de transporte británicos, que se sumaron a la pérdida del «Sheffield» (4 mayo).


Patrick Nugent
Base de la Fuerza Aérea británica en Molesworth, reformada en 1981-85 para instalar misiles crucero de la OTAN.
Posguerra. La Junta Militar argentina era disuelta en diciembre de 1983 y sus integrantes sentados en el banquillo por el nuevo presidente, Raúl Alfonsín. En Reino Unido, con una persistente conflictividad laboral y más de 3 300 000 desempleados, el éxito en las Falklands influyó en la victoria electoral de Margaret Thatcher (junio 1983), que impulsó la instalación de «euromisiles» y la modernización de la fuerza nuclear británica, con el presupuesto de defensa más alto de la OTAN europea.

En 1990 la Unión Soviética salió derrotada de la «guerra fría» con la desaparición del Pacto de Varsovia y a partir de 1991 la OTAN adelantó sus fronteras sobre los antiguos países del Este, incluidos algunos territorios de la caduca Unión Soviética. La estrategia defensiva de la OTAN cambió radicalmente y a petición de diversas autoridades, incluida Margaret Thatcher, se abrió la posibilidad de intervención militar más allá de las fronteras de la OTAN para contrarrestar cualquier ataque al territorio de un país miembro. En esta concepción de la OTAN como guardián de la seguridad e integridad de Europa ven algunos una clara amenaza de intervención ante otra «aventura» en las Falklands.


La conspiración de la OTAN. Algunos tratadistas aventuran la hipótesis de que Argentina fue la víctima de una complicada trampa para solucionar los problemas de la OTAN europea, pero no ha salido nada a la luz que demuestre la existencia de tal preocupación. Esta idea es muy similar a aquella otra en relación a la invasión iraquí de Kuwait (1990), que vino a salvar al presidente George Bush de la impopularidad de su política doméstica. En cualquier caso, y llegados a este extremo de maquiavelismo, hay otras acciones más prácticas para romper los pronósticos sobre unas elecciones, como quedó probado con el atentado en Madrid de 2004, que deshizo la inminente victoria electoral de los conservadores españoles.

John Leenhouts
Un AV-8A «Harrier» de la Armada española (1976-96). Durante el contencioso de las Falklands ingresó España en la OTAN, que contribuyó a la Organización con la mayor reserva de tropas, sólo inferior a la de la Unión Soviética.


ANEXO

El archipiélago de las Falklands (Malvinas), situado unos 550 km de las costas de la Patagonia argentina, fue descubierto por los españoles en 1520, visitado en 1592 por los ingleses y colonizado en 1746 por los franceses. Perteneció nuevamente a España, pero ésta lo abandonó y los ingleses aprovecharon para instalarse en él (1833) a despecho de la protesta argentina, que reclama la herencia española. Sin más riqueza que una ganadería ovina y la pesca, su importancia radica en posibles recursos minerales, mayormente petróleo, y ganancias territoriales en la Antártida.


En 2012 la población totaliza unos 3 000 habitantes y la capital es Stanley, en la Falkland oriental o del Este. Los habitantes, autóctonos (60%) y británicos (30%) en su gran mayoría, viven de la pesca y la ganadería; además, el turismo proporciona ingresos adicionales. La renta per cápita es de unos 55 000 dólares, cinco veces superior a la de Argentina, y los lugareños pagan por el sostenimiento de la pequeña guarnición militar en las islas. En marzo de 2012 ratificaron unánimente en referéndum consultivo la soberanía británica de las Falklands.