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El derribo por un cohete antiaéreo de un Boeing 777-200ER de las líneas aéreas comerciales malayas, sucedido el 17 de julio mientras iba de Holanda a Malasia, pone de nuevo a la vista los intereses económicos y políticos a los que sirve el periodismo y cualquier medio de opinión en general, en este caso los que simpatizan con los rebeldes ucranianos; es decir, con Moscú.
El despegue del MH17 se realizó desde el aeropuerto de Schiphol (Amsterdan) a las 12 h 14 min (hora local) y cuatro horas después fue derribado en Ucrania por un cohete antiaéreo. Todos sus pasajeros resultaron muertos, sin que sus cadáveres pudieran ser recuperados al precipitarse el aparato en territorio rebelde, cerca de la pequeña población de Grábovo (Donetsk), a unos 40 km de la frontera rusa.
El Gobierno ucraniano acusó a los rebeldes del ataque, que en total costó la vida a 298 personas, incluidos 80 niños y 15 tripulantes, y como documento incriminatorio aportó la grabación clandestina de una conversación entre jefecillos rebeldes que trataba sobre el derribo del avión. La maquinaria mediática cercana a Moscú intentó acriminar a Kiev, pero con poco fundamento y fuentes sospechosas, que más o menos siguieron este orden.
El Sukhoi 25. La tarde del día 17, el gabinete de prensa de los rebeldes de Lugansk aseguró que el MH17 fue derribado por un avión Sukhoi 25. Esta hipótesis nació muerta: el Sukhoi 25 «Frogfoot» (1981) es un avión de ataque subsónico (bombardero táctico) con una pequeña capacidad antiaérea (misiles de corto alcance tipos AA-8 u 11), pero con armamento a bordo tiene un techo de sólo unos 5 000 m y el MH 17 iba a más de 10 000.
El cuento de «Carlos». Era el sobrenombre de un supuesto operario español de radar en el aeropuerto de Borispol (Kiev). Pronto se hizo evidente que era sudamericano o alguien que estudió español en este subcontinente, con términos absurdos como «monitorear», que no utilizan los hispanohablantes europeos puros. Los mensajes de este supuesto personaje («Twitter»), que ahora se sabe no existe, formaron una hipótesis más inverosímil todavía: dos cazas que acompañaban al MH17 se alejaron del mismo tres minutos antes del ataque. Intromisiones extranjeras y militares sediciosos que actúan con indiscreción infantil acabaron por terminar con la poca credibilidad del tal «Carlos», como prueba uno de sus últimos mensajes: «Para los incrédulos, todo está registrado en los radares».
Hasta aquí es evidente un gran esfuerzo en culpar a la aviación ucraniana, con poco o ningún fundamento, pero al anochecer del día 17 ya se ha establecido el misil tierra-aire como principal hipótesis de trabajo y el paso inmediato es intentar culpar a la cohetería antiaérea del Ejército ucraniano.
Siguiendo las reglas de la guerra psicológica para condicionar la opinión pública, el siguiente paso fue defender la inocencia de los rebeldes; es decir, perseverar en la culpabilidad de Kiev para preservar la causa rusa.
¿Sin capacidad antiaérea? Se dice que la capacidad de lucha antiaérea de los rebeldes ucranianos —prueba inequívoca de la ayuda material de Rusia— es muy limitada en número y alcance, lo que hace difícil explicar los éxitos de la misma, que por ahora son: 13 helicópteros de ataque y transporte (Mi-24 y 17), 2 aviones de transporte, uno de ellos un cuatrimotor reactor Il-76, y 8 aviones de combate (Su-25, 24 y 27).
Sin entrar a considerar éxitos desproporcionados a los medios, lo cierto es que el 29 de junio los rebeldes, según los mismos, capturaron un vehículo lanzador del sistema antiaéreo 9K37 «Buk» y el 17 de julio un periodista echó de ver este vehículo, u otro del mismo tipo, en Snizhne (Donetsk), a unos 10 km del lugar donde se estrellaría el avión (el radio aéreo del citado sistema es de unos 40 km, según el tipo de misil utilizado).
Inmediatamente, especialistas de no se sabe qué y algunos militares que tanto festonean en «internet» aseguraron que el disparo eficaz de un «Buk» requiere tres vehículos (radar, director de tiro y lanzador). Se trata de la opinión de unos tontos o maliciosos: un vehículo lanzador con radar solidario puede acabar con un blanco de ataque tan fácil como un avión comercial grande.
Stanislav Kozlovskiy
Vehículo lanzador del sistema de defensa antiaérea de misiles 9K37 «Buk»
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Más que informar, la propaganda rusa ha intentado persuadir al gran público de la perversidad de Kiev y los norteamericanos e incluso suscitar en los europeos la duda. Así, periódicos electrónicos rusos o afines publicaron artículos tendenciosos como «¿Iba la cura del SIDA en la tragedia del MH17?» o «¿Cómo sacaría provecho Estados Unidos de la tragedia del Boeing 777?», con el miserable remate de los gobiernos de Venezuela y Cuba, para quienes la tragedia del MH17 «es una provocación de Ucrania» y «el resultado de la interferencia de Estados Unidos y la OTAN». Se trata de la información depravada que caracterizó la «guerra fría», a la que al parecer quiere devolvernos el presidente Putin.
ANEXO
El misil. El sistema de defensa antiaérea móvil de misiles 9K37 «Buk» (SA-11 en nomenclatura OTAN) apareció en 1979 y se sigue fabricando con reformas más o menos substanciales. Se proveyeron media docenas de versiones (9K37M, M1, M1-2, M1-2A, M2 y M3). En 1983 entró en servicio un modelo de uso naval, el 3S90 o SA-N-7C, con tres versiones (3S90M, E1 y M1). Con radio aéreo de unos 40 km, puede alcanzar 25 000 m de altura y se dice que con una precisión del 90%, pero sin especificar sin tal porcentaje se consigue con lanzamiento único o de los cuatro misiles que transporta cada vehículo lanzador. El misil (9M38), cohete simple de propelente sólido y velocidad mach 3, tiene una longitud de 5'5 m, diámetro de 0'4 m, pesa unos 700 kg y transporta 70 kg de alto explosivo. Son copias del «Buk» el bielorruso MB, el chino HQ-16 y el iraní «Raad».