30 de septiembre de 2015

Intervención militar rusa en Siria

Ministerio de Defensa de Rusia
Aludiendo a la solicitud de ayuda del Gobierno sirio, y a la agresión exterior que sufre este país, aviones rusos bombardearon posiciones rebeldes en Siria el 29 de septiembre de 2015. Una preocupación esencial de Rusia es la de que se establezcan grupos «jihadistas» en su propia frontera, favorecido por el ejército terrorista «Estado Islámico», y la de que desde allí se fomente una actitud de resistencia, y aun de revolución, en las minorías musulmanas de Rusia.

El ataque aéreo ruso de Siria provocó una inmediata desconfianza y es acogido con las reservas posibles en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas; pero sobre todo ocasionó una reacción de Estados Unidos: primero, el secretario de Estado John F. Kerry, en una reunión del citado organismo, que exigía garantías de las intenciones de Rusia y advirtió a este país de que no debía realizar ninguna forma de intervención en ayuda del presidente sirio Bashar Assad; después, el presidente Obama, que declaró su preocupación basada en el apoyo de Rusia a un «dictador sanguinario» (en respecto del apoyo a dictadores, Washington no debe enseñar a los demás).

Finalizada la reunión del Consejo de Seguridad, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, se entrevistó con su colega estadounidense John Kerry, que trataron de aliviar la tensión. Sin embargo, la visita del presidente Putin a Nueva York se puede considerar como «protocolaria» porque la decisión estaba tomada: de vuelta a Moscú, y tras una meteórica y unánime aprobación de la «Duma», ordenó atacar objetivos terroristas en territorio sirio.

Las complejas implicaciones internacionales de las guerras civiles en Ucrania y Siria han producido una visible frialdad en las relaciones de Washington y Bruselas, por un lado, y Moscú, por el otro. Los rusos han perdido el «colchón estratégico» ucraniano y ahora pueden perder Siria, su principal aliado en la región desde 1980. Las consecuencias de esta gran crisis internacional, considerada como una nueva «guerra fría», constituyen los acontecimientos más preocupantes para la paz mundial.

Ministerio de Defensa de Rusia
Un Sujoi 25 en Latakia (Siria), uno de los tres modelos de aviones de ataque empleados por Rusia contra el ejército terrorista «Estado Islámico».
Las «razones» de Putin. El planteamiento político de la Rusia postsoviética estaba basado, en parte, en la creencia de la coexistencia pacífica con Occidente (conversaciones de desarme, cooperación económica, relaciones con la Unión Europea, Conferencia de Seguridad y Cooperación). Sin embargo, la OTAN adelantó sus fronteras sobre los antiguos territorios del Pacto de Varsovia y aun de la Unión Soviética (Países bálticos) y Ucrania se inclinó cada vez más hacia el sector occidental. Estos movimientos del Báltico y Ucrania iban a ser trascendentales, porque, a entendimiento del Kremlin, la OTAN consideraría que a partir de ese momento tenían la zona meridional asegurada y podría presionar sobre Rusia. Este agrandamiento de la OTAN justificó la actitud continua de vigilancia que había preconizado Putin, tanto de desconfianza hacia Occidente como por los movimientos secesionistas de algunos territorios rusos (véase «OTAN, una expansión peligrosa»).

En este lapso, el tema que más inquietó a Moscú fue el del «escudo anti-misiles»: la instalación de una red de proyectiles anti-misiles en torno a Rusia, en los países europeos, llevada por Estados Unidos a la OTAN y aceptada por todos sus aliados. La justificación de Estados Unidos se basaba en la existencia de una «amenaza nuclear» en Oriente; Moscú respondió que el anterior equilibrio de fuerzas iba a quedar roto.

Este endurecimiento de las viejas tensiones se tradujo en el crecimiento de los arsenales, incluido los nucleares. Parece que el dilema de Rusia se plantea así: si adopta una mayor rigidez, se aísla del mundo y fomenta la desconfianza; si aligera su presión, crecen las amenazas. Así, por un lado, el aparato mediático de Washington opina que la carrera de armamentos crece por la orientación tomada en ese campo por la administración rusa y por el apoyo de ésta al presidente de Siria y a los rebeldes ucranianos; por el otro lado, en los medios informativos cercanos al Kremlin —y no tan cercanos—, sobrevienen las denuncias por lo que se considera como «política de cerco» y señalan a Siria como una pieza más de esta política.

US Department of Defense
En la apariencia, el problema más importante con el que tiene que enfrentarse Rusia en Siria es el de sus malas relaciones con Estados Unidos.
Se recuperan los principios, con otro lenguaje, de la «guerra fría»; y como entonces, la prensa occidental habla de «falta de libertad» y «violación de derechos humanos» en Rusia y acusa a este país de demorar la continuación de las conversaciones de desarme; ¿qué desarme?

El ataque aéreo ruso. Otra materia de discusión viene siendo el número de aeronaves y objetivos, sobre todo objetivos. Al parecer se tratan de medio centenar de bombarderos con «blancos selectivos» en Homs y otras poblaciones al N y NE del país. Las fuerzas aéreas tácticas, tanto en la OTAN como en Rusia, se estiman siempre como fuerzas de «tercera urgencia», por detrás de la rama estratégica (disuasión y represalia) y defensa del territorio. Es decir, sus efectivos se cubren con sistemas de armas que no alcanzan suficientes niveles técnicos para las otras especialidades (o con los de defensa que han quedado anticuados). Entre los modernos aviones tácticos rusos en Siria solamente está el Sujoi 35 y se emplea con profusión modelos superados como el Sujoi 24, de geometría variable, y el Sujoi 25, pequeño avión de asalto. Ahora bien, ambos emplean una variedad de armamento moderno (bombas, misiles aire-tierra) y con equipos auxiliares (a bordo o en tierra) son particularmente aptos para batir con precisión cualquier tipo de objetivos en misiones tácticas de apoyo directo.