24 de febrero de 2014

Ucrania: retorno a la «guerra fría»

Andrey Stenin (RIA Novosti)
Con la ingerencia de la Unión Europea y Estados Unidos en Ucrania el equilibrio de fuerzas europeo se ha roto en favor de la OTAN y Rusia se enfrenta ahora con la alternativa de oponerse a nuevos avances o entregarle la hegemonía de Europa. La perspectiva de una guerra civil puede dejar el país dividido en dos estados, con parte de Ucrania oriental integrada a Rusia y el resto a la Unión Europea.

El Gobierno ucraniano venía enfrentando una oposición creciente en el país desde noviembre de 2013, tras su negativa a un acuerdo aduanero con la Unión Europea. Ni la amnistía de presos por violencia callejera ni la dimisión del primer ministro Nikolái Azarov (28 enero 2014) sirvieron en lo más mínimo a los intereses de los «opositores», como lo revela el desencadenamiento de un ciclo de intensas manifestaciones a partir de enero de 2014 (véase El problema de Ucrania).

La oposición al presidente Yanukóvich venía tanto de los círculos democráticos («Udar» de Vitaly Klitschko y «Batkivschina» de Arseni Yatsenyuk) como de movimientos con ribetes fascistas y antisemitas (partido «Svoboda» de Oleg Tiagnibok). Este último terminó por arrinconar a los otros dos en la lucha callejera e inevitablemente se produjeron los primeros disturbios sangrientos en la ciudad de Kiev (18 febrero), en cuya represión perderían la vida casi un centenar de personas, incluída una decena o más de policías. Estas muertes pusieron en marcha un mecanismo casi automático de nuevas manifestaciones de protesta. Alentado —¿y dirigido?— desde la Unión Europea, el movimiento «rebelde» fue cobrando una renovada vitalidad y una insospechada fuerza, que aumentaba de día en día.

Las promesas apaciguadoras de Yanukóvich —elecciones anticipadas, reforma constitucional— no hicieron la menor mella en una oposición que empezaba a ver al alcance de la mano la posibilidad de hacerse con el poder. Finalmente, el 22 de febrero la «oposición» consiguió que el Parlamento destituyera al presidente, el cual hubo de buscar refugio en Crimea, al parecer Sebastopol, base naval de la Flota rusa del mar Negro (véase Rusia refuerza su flota del mar Negro).

Huido el hombre que, según la oposición, personificaba todos los males, el Parlamento designó presidente provisional a Alexander Turchinov (23 febrero), estrecho colaborador de Yulia Tymoshenko, antigua presidenta de Ucrania encarcelada por abuso de poder y enriquecerse ilícitamente y que ahora pasa a vivir en Alemania con el pretexto de recibir atención médica. Esta elección es recusable tanto en Derecho constitucional como parlamentario y el poder real de Turchinov aparece mediatizado por la descarada ingerencia de la Unión Europea, al punto que Rusia cuestionó la legitimidad del nuevo gobierno y retiró temporalmente de Ucrania a su embajador (24 febrero).

Iliya Pitalev (RIA Novosti)
Vitaly Klitschko y Arseni Yantsenyuk, cabezas visibles de la «revolución» ucraniana y el primero, al parecer, relacionado con la canciller alemana Angela Merkel.
Guerra civil. El apoyo popular a la «revolución ucraniana» no parece llegar siquiera a un tercio de la población y en varias zonas de Ucrania oriental hay algo más que divergencias, toda vez que han brotado en ellas una serie de movimientos antieuropeos, que van, según los casos, desde la exigencia de una amplia autonomía para las poblaciones rusas hasta la pretensión de independencia total o anexión a Rusia.

Ahora se deja sentir una mayor preocupación de Europa hacia la división del país, cuyo detonante puede ser una guerra civil o incluso las anunciadas elecciones (recordemos que la disolución de Checoslovaquia, en enero de 1993, comenzó con las elecciones legislativas de 1992, que dieron el triunfo a partidos opuestos en los países checo y eslovaco).

Acorralando a Rusia. Tras la desintegración de la Unión Soviética, el paso inmediato de la OTAN consistió en la extensión de las fronteras propias sobre los territorios del antiguo Pacto de Varsovia e incluso de la extinta Unión Soviética (Países Bálticos). La política de apaciguamiento practicada por Rusia redundó en creciente desventaja de este país dentro del equilibrio de fuerzas europeo y la ingerencia de la Unión Europea en Ucrania abre definitivamente los ojos a Rusia, que ha visto saltar hecho pedazos uno de sus últimos «colchones estratégicos» (el otro es Bielorrusia).

Este deterioro de la distensión entre la OTAN y Rusia, de la que es responsable último el primero, se ha traducido en la revisión en profundidad de la estrategia de Rusia en el llamado teatro europeo y las fuerzas armadas de este país están incrementando sustancialmente su capacidad de ataque (mediante nuevos cazabombarderos, misiles crucero y la restitución de los llamados «trenes atómicos»). Es decir, el retorno a la política de enfrentamientos entre bloques y la escalada de armamentos, reanudando de esta manera el antiguo orden internacional, basado en la «guerra fría», el temor y la desconfianza, de consecuencias tan felices para el sistema capitalista.

El problema de Crimea. Esta península en el N del Mar Negro es la base principal de la flota rusa del mismo nombre, en la ciudad de Sebastopol. Perteneciente a Ucrania desde 1954 y de la que constituye una república autónoma desde 1991, tiene una población en su mayoría rusa (era territorio ruso hasta que el Gobierno de Moscú la anexionó a la entonces República Socialista Soviética de Ucrania). Con motivo de los nuevos planteamientos estratégicos, como la posibilidad de que Ucrania ponga sus fuerzas armadas bajo el mando unificado de la OTAN, se puede llegar a poner nuevamente en litigio la soberanía de la península, «casus belli» potencialmente más peligroso que las islas Senkaku en el Pacífico (véase La «guerra fría» se desplaza a Asia oriental).