1 de marzo de 2014

Crisis en Crimea

Taras Litvinenko (RIA Novosti)
La agresiva política exterior de la Unión Europea y Estados Unidos en Ucrania, por lo que el Kremlin considera como «política de cerco», ha lanzado un reto a Rusia que éste no tendrá más remedio que aceptar y así es posible que se salte sin transición del clima de tensión al más agudo estado de alerta o guerra. El tema que más inquieta a Moscú, y contra el que reaccionó con gran energía, es el de Crimea, fondeadero de la Flota del Mar Negro.

Las motivaciones de la Unión Europea y los Estados Unidos en Ucrania ya han sido descritas en El problema de Ucrania y Ucrania: retorno a la «guerra fría», como también los juicios críticos que siguen al nuevo Gobierno ucraniano, consecuencia este de un «golpe cívico», sin la participación democrática del país.

El 21 de febrero el presidente Yanukóvich, la «oposición» y emisarios de la Unión Europea tomaron acuerdos para una solución de la crisis en Ucrania —elecciones anticipadas, reforma constitucional— y nada dejaba prever un endurecimiento de la posición de Rusia. Fue el asalto al Parlamento ucraniano, con desprecio a los acuerdos tomados y un reparto de los empleos de gobierno entre los revoltosos, lo que marcaría el cambio. A la preocupación esencial de Rusia de que se estableciese un gobierno anti-ruso e ilegítimo en su propia frontera, favorecido por los europeos y Estados Unidos, cabe añadir la instalación de una red de proyectiles antimisiles en torno a Rusia, en los países europeos, llevada por Estados Unidos a la OTAN y a la que ahora se puede unir Ucrania.

Todo este regreso a la «guerra fría» creó un endurecimiento de la política rusa y el tema de Crimea es el punto máximo de la tensión. En esta península la situación se deterioró a pasos agigantados: el 25 de febrero el presidente Vladimir Putin puso en estado de alarma la base naval de Sebastopol (Crimea), el día 26 siguió un incremento de la actividad militar rusa en su frontera europea y el día 27 aparece el llamado «Grupos de autodefensa», soldados que aparentemente no pertenecen a ejército regular alguno y que, con el empleo pequeños grupos y sin molestar a los ciudadanos ni la actividad política en la región, ocuparon incruentamente el Parlamento de Crimea (donde izaron las banderas de Crimea y Rusia), los dos principales aeropuertos (Simferópol y Sebastopol) y puestos de carretera junto a la frontera interior.

Ministerio de Defensa de Rusia
Ejercicios con fuerzas acorazadas del Ejército ruso. Las ingerencias extranjeras en Ucrania han ido demasiado lejos para que Rusia pueda «retirarse» sin mengua de su orgullo e intereses, especialmente en Crimea.
El Gobierno de Crimea declaró que esta región no era ni iba a convertirse en un estado autónomo, pero la movilización de tropas por el presidente Putin alteraba bruscamente la política de apaciguamiento de Rusia y la OTAN, en una reunión de sus ministros de Defensa (27 febrero), hizo una declaración de solidaridad para la preservación de la integridad territorial de Ucrania. La ministra de Defensa alemana (Ursula von Leyen) afirmó públicamente que la Unión Europea no desearía bajo ningún supuesto el desmembramiento de Ucrania y tanto el secretario general de la OTAN (Anders Fog Rasmussen) como el de Defensa estadounidense (Chuck Hagel) advirtieron a Rusia que no debía realizar ninguna forma de intervención.

El presidente Víktor Fiodorovich Yanukóvich, refugiado en Rusia, pronunció un discurso el 28 de febrero en el que calificó de ilegítimo el nuevo Gobierno ucraniano, que le amenazó de muerte a él y su familia, y culpó a Occidente de aproximarse a los sectores más agresivos y reaccionarios de Ucrania, aunque insistió en ejercer sus derechos y deberes como presidente legítimo.

El 1 de marzo revoltosos venidos de Kiev intentaron asaltar sin éxito dependencias del Gobierno regional de Crimea y éste solicitó apoyo de Rusia, que comenzó a enviar tropas, ahora sin disfraces y del orden de unos 6 000 hombres. Esta acción provocó una inmediata reacción de la Unión Europea y Estados Unidos, pero sin resultados positivos, y el mismo día el Parlamento de Crimea anunció para el próximo 30 de marzo un referéndum con el propósito evidente de un estado autónomo o federado ruso.

Por ahora, Estados Unidos ha dejado la iniciativa en Ucrania a la Unión Europea porque también le gustaría tener las manos libres para activar su particular política en Asia oriental. En apariencia, aquellos y Rusia insisten en buscar una paz estable en la región, si bien parece ser que el Kremlin advierte que hasta tanto no se alcancen resultados concretos será preciso mantener una postura vigilante, reforzando los medios defensivos y de disuasión, con especial atención a Crimea. En efecto, la tarde del 1 de marzo, a petición del Presidente, el Senado ruso autorizó que, a poco que sea necesario, pueden atravesar la frontera poderosos contingentes rusos en una «operación de seguridad», cuyo fin principal es defender unos derechos rusos en Crimea ajustados al Derecho internacional.

Ministerio de Defensa de Rusia
Sólo en las inmediaciones de la península de Crimea existen casi una decena de bases aéreas rusas, como las de Krasnodar, Armavir, Yeysk, Novorossiysk y otras, todas ellas en estado de máxima alerta desde el 27 de febrero. 
¿Revolución popular? El pequeño apoyo popular a los revoltosos, tanto tiempo soterrado por los medios de comunicación occidentales, se hace cada vez más visible; la inquietud en Crimea ha actuado de algún modo como catalizador de esa oposición popular, en especial entre la numerosa población rusa (que es mayoría en Ucrania oriental y Crimea). Además, la mala situación del país, al borde de la bancarrota financiera y estadísticas de bienestar social tercermundistas, obliga al Gobierno a plantear una alternativa económica con medidas excesivamente severas y sin la ayuda de Rusia, que podía adelantar ofertas y contraofertas que no hubieran tenido cabida en la mesa oficial de la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional, pero que posiblemente se revelarían más fructíferas a la larga.

Prospectiva. Los derroteros que en adelante puede tomar la crisis de Crimea, que afecta ya a toda Ucrania, a primeros de marzo, no puede preverse. Acaso las negociaciones «privadas», que las hay, consigan por fin resultados positivos; acaso el fuego se extienda a Europa. Hay quien estima que la extensión del conflicto favorece la causa rusa, pero tampoco pueden excluirse totalmente entre las motivaciones de la Unión Europea una desintegración de Ucrania, como sucedió en las caducas Checoslovaquia y Yugoslavia. En fin, se recuperan los principios, con otro lenguaje, de la «guerra fría», que siempre beneficia a los mismos, y entre ellos no está precisamente Rusia.