9 de noviembre de 2014

Rusia y Arabia Saudita amenazan la paz mundial

US Department of Defense
Una conflagración internacional viene incubándose desde hace meses por la agresiva política nacionalista del presidente ruso Putin —anexión de Crimea, «protectorado» del Donbass—, que puede terminar por estallar cuando Moscú, so pretexto de las minorías rusas o el engrandecimiento de la OTAN, invada Ucrania y aun los Países bálticos. Los rusos cuentan con la amenaza del combate nuclear para llevar Washington y Bruselas a la mesa de negociaciones.

La inmensa superioridad de los rusos puede acabar en pocos días con la resistencia de Ucrania y, seguidamente, buscar asestar otro nuevo golpe con la rápida ocupación de los Países bálticos. Su confianza se basa en la debilidad militar de estos países (extensión territorial insuficiente para una defensa en profundidad que permita los oportunos plazos de refuerzo) y una opinión pública europea refractaria a prevenirse contra una guerra en los antiguos países comunistas.

Con los Países bálticos fuera de combate y Bielorrusia aliado de Rusia, la OTAN perdería todo el litoral báltico (Finlandia no es miembro de la OTAN) y Moscú cree que otros teatros de operaciones se abrirían mientras tanto, caso de China en Asia oriental (este país está habilitando bases ultramarinas para aumentar el radio aéreo de su aviación). Algunos jefes militares rusos creen que con las «derrotas» de la OTAN en Ucrania y los Países bálticos, varios países sudamericanos (Argentina, Bolivia, Cuba, Ecuador, Venezuela), todos ellos con ejércitos enanos o inútiles y gobiernos poco recomendables, pondrían sus territorios a disposición del agresor (la aviación rusa ya tiene facilidades en Venezuela).

Los resultados iniciales de estos ataques por sorpresa hipotéticos podrían ser más o menos espectaculares, pero Rusia no está preparada para enfrentrase a la OTAN y la táctica de defensa de Moscú para frustrar el contragolpe de la OTAN es la amenaza al combate nuclear (véase «La mentira del rearme ruso»). Sin embargo, no parece una idea feliz: Bruselas, que por ahora niega apoyo directo a Kiev y permanece expectante a la defensiva, realiza maniobras militares para llegar a estabilizar los frentes potenciales en el Báltico y las baterías de proyectiles antimisiles se extienden desde España hasta Polonia.

Ministerio de Defensa de España
Después del clima bélico creado por Rusia, las tropas de la OTAN mantienen una constante alerta con maniobras preparatorias, como esta de los españoles, para acortar los plazos de refuerzo en los Países bálticos.
Rusia está al borde de la recesión como consecuencia de los inexcusables errores políticos de su presidente, la toma de medidas económicas proclamadas por la Unión Europea y los Estados Unidos, la contracción del precio del petróleo (favorecido por Arabia Saudita) y el gasto bélico. La prospectiva de que Putin tenga que dejar el poder ante una grave crisis puede ser motivo de alguna aventura espectacular en política exterior para disfrazar estos problemas. Así, los rusos se enfrentan ante la alternativa de acabar con Putin o dejar que éste acabe con Rusia.

Arabia Saudita. Rusia es una democracia degradada y China un estado de partido único. Ambos, para disfrazar sus problemas domésticos, profesan un militarismo y nacionalismo que perjudica a la estabilidad mundial. Sin embargo, la gran amenaza es Arabia Saudita. Este país es una monarquía absoluta, sin un sólo órgano electivo, y el Islam es religión oficial (todas las demás están rigurosamente prohibidas). Su gran —y única— riqueza son las mayores reservas mundiales de petróleo (mayor exportador y segundo productor de petróleo), con el consiguiente control de los precios y la enorme capacidad de presión política (elevación artificiosa del crudo a través del juego de la oferta y la demanda).

En la década de 1980 Arabia Saudita estaba interesada en forzar una baja continuada del petróleo a fin de eliminar a sus competidores más débiles y, de seguido, imponer su política económica a Occidente. Para ello, favoreció un programa que rompió a la baja el precio del barril (18 dólares en 1986, 12 en 1988). Esta contracción del precio del crudo influyó en la invasión iraquí de Kuwait (1990), cuyas consecuencias, entre otras, fue la ruina de Irak (principal competidor de Arabia Saudita en la Organización de Países Árabes Exportadores de Petróleo) y el alza del petróleo hasta superar los 70 dólares una década después, que multiplicó la capacidad especulativa de los saudíes en los mercados monetarios (véase «Guerra de Kuwait»).

Kremlin
El presidente Putin no asimila la derrota de la Unión Soviética frente a la OTAN y con su política exterior revanchista conduce a una guerra europea o mundial.
El presidente norteamericano George H. Bush y sus colegas británico (Blair) y español (Aznar) repararon en la necesidad de zonas de influencia político-militares que aseguren los mercados del petróleo marginando a Arabia Saudita. El candidato era Irak, junto al último con las mayores reservas petrolíferas conocidas, y el pretexto un «rearme nuclear» (véase «España en las guerras de Kuwait e Irak»). La invasión de Irak tras un ultimátum con declaración de guerra condicional de Estados Unidos, Reino Unido y España (2003) debilitó la capacidad coercitiva de Arabia Saudita. Pero entonces, sendos atentados mortíferos, de autoría no del todo clara, en Londres y Madrid (2004) abrieron unas crisis inesperadas, el terrorismo impidió la estabilidad político-económica de Irak y Arabia Saudita triplicó la compra de bienes bélicos (en 2014 se sitúa como el octavo país en gasto militar, con unas fuerzas armadas que superan al conjunto de las de los siete países fronterizos).

Aunque no fuese responsable probado de los ataques, llovieron críticas contra el gobierno de Riad por su «inacción» frente al terrorismo y, según muchos, el apoyo al fuerte resurgir islámico fundamentalista y ese ejército de asesinos llamado «Estado Islámico», que tanto parece beneficiar los intereses saudíes en Irak y Siria.

En noviembre de 2014 los países de la OPAEP propusieron un recorte substancial de la producción para frenar la baja continuada del precio del petróleo (72 dólares), pero Arabia Saudita rechazó la propuesta, interesada otra vez en romper a la baja el precio del barril, que resiente la economía de los países productores al punto de obligarles a recortar y aun suprimir muchos gastos, algunos con el agravante de una reducción de las reservas conocidas y el lastre de gastos en armamento, caso de Rusia, del que Arabia Saudita es «enemigo jurado». Por supuesto, esta contracción de los precios tiene un límite y para que el petróleo propenda nuevamente el alza la solución es una guerra, como la de Kuwait en 1999.