27 de octubre de 2014

Ultimas armas rusas: mito y realidad

Ministerio de Defensa de Rusia
Durante la «guerra fría» la OTAN exageró la importancia de los sistemas de armas rusos a fin de ganar una mayor consideración a los presupuestos de defensa, pues su valor como amenaza era mucho más pequeño. Ahora, la propaganda rusa pretende hacer creer a la propia nación y a los neutrales que se dispone de nuevas armas y la fortaleza militar suficiente para obtener la victoria frente a la «todopoderosa» OTAN.

En la industria militar rusa, muy ralentizada tras el final de la «guerra fría», se han hecho importantes cambios que han asegurado el renacimiento de su carrera comercial, al extremo de desbancar a las industrias norteamericana y europea del primer puesto de ventas en el mercado de algunos países. Si hasta ahora (2014) los esfuerzos rusos iban dirigidos a restituir la eficacia de unas fuerzas armadas desgastadas (gestión inadecuada, obsolescencia de los equipamientos e infraestructuras), los nuevos empeños buscan un fortalecimiento para apoyar la agresiva política exterior de Moscú.

Monopolios. La tónica que impera entre los fabricantes y vendedores rusos es una imitación de los europeos: la reagrupación de las industrias en el menor número de gigantes, como «Rosoboronzakaz». Se quiere hacer creer que es un retorno a los arsenales estatales de la caduca Unión Soviética para conseguir una mayor capacidad de producción anual, pero en realidad se trata de un monopolio, un privilegio de hecho que poseen personas cercanas al presidente Putin y cuyos beneficios han alcanzado a quienes ostentan el poder político y militar.

La construcción aeronáutica militar continúa moviéndose en torno a modelos largamente ensayados (los «nuevos» MiG-35 y Sujoi 30 y 35 son versiones mejoradas del MiG-29 y el Sujoi 27). El 29 de enero de 2010 hizo su aparición sobre el aeropuerto de Dzemgi (Siberia oriental), el nuevo avión de caza Sujoi PAK FA (T-50), cuyos diseñadores tomaron como cazas de referencia al americano «Raptor» y el europeo «Eurofighter», de los que se asegura que no tienen rivales por ahora. Guarda cierta similitud con el «Raptor», seguramente el mejor caza del mundo y quince años anterior.

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Cazas Sujoi 27 con las llamativas libreas de la patrulla acrobática «Caballeros rusos». Sobre este modelo se han proyectado los Sujoi 30 y 35, pero en 2014 continua vertebrando la aviación de caza rusa (260 aparatos) junto a los veteranos MiG-29 y 31 (540). Los nuevos modelos (MiG-35, Sujoi 30 y 35) no superan el centenar.
Es el intento más importante de la industria aeronáutica rusa, pero ha tropezado con dificultades para pasar del estadio de proyecto acabado al de entrada en servicio para las fuerzas aéreas. Su planta motriz, dos «turbofans» Lyulka AL-41 de doble flujo, versión mejorada del AL-31 del Sujoi 35, plantea muchos problemas, incluido incendios, el último el 10 de junio de 2014, con el quinto modelo prototípico. Su entrada en servicio se espera para 2016. Hasta entonces —y después— proseguirán las entregas de los Sujoi 27 y 35S. Se esperan construir unas 160 unidades y junto con los anteriores formará la vanguardia de la aviación de caza rusa. Se ultima una versión naval para dotar al portaaviones «Kuztnesov».

La sección transversal radárica del T-50 (medida del tamaño aparente de un blanco en el radar) es mucho mayor que la del «Raptor» y es más detectable por sensores basados en la reflexión térmica, acústica y electrónica. En cualquier caso, el hecho de que Rusia provea un avión que utiliza técnicas «stealth» 25 años después del primer modelo americano (F-117) lo dice todo (véase «La mentira del rearme ruso»).

Carros de combate. Durante la «guerra fría» la Unión Soviética desarrolló a partir del T-44 (un T-34 mejorado) una serie de carros de bajo perfil y un peso del orden de las 40 t: el T-54 (1947) y el T-55 (1959), con cañón de 100 mm, y el T-62 (1961), básicamente un T-55 armado de un cañón de 115 mm. En 1967 creó el T-64, el primer carro provisto de cañón con carga automática («Rapira 3»), al que siguieron otras versiones mejoradas anunciadas como nuevos modelos: los T-72 (1972), 80 (1976) y 90 (1992), armados de un cañón de 125 mm con cargador automático.

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Carro de combate T-90, el más moderno del arsenal ruso. Se creía que este modelo era el final de toda una generación aparecida con el T-64 (1967), al que siguieron las versiones mejoradas T-72 (1972) y 80 (1976), pero el carro que le substituye, el T-99, no parece otra cosa que la enésima mejora de esta serie.
El uso de cargador automático estaba en las estrecheces de las torretas de estos carros y la mala instrucción de tripulaciones, capaces de realizar dos disparos por minuto frente a los cuatro o más de los carros OTAN. Los soviéticos eran conscientes de su inferioridad, especialmente en el perfeccionamiento electromagnético y equipos modernos, y fabricaron sus carros en gran escala para lograr dominar a los occidentales por superioridad numérica.

Así, el modelo ruso más moderno, el T-90, es un T-72BM mejorado y con algunos elementos del más caro y complicado T-80 (que no satisfizo en la guerra de Chechenia). Diseñado y construido en la ciudad de Nizhniy Tagil, en la ladera oriental de los Urales, su producción en serie comenzó en 1993 y en 2014 el Ejército ruso tiene inventariados unos 940. Tiene un peso de 47 t, monta el cañón de 125 mm que utilizó el T-72A (2A46M) y motor diesel de 12 cilindros que le confiere una velocidad de 60 o 65 km/h, según modelo (V-84 de 840 hp o V-96 de 1 250). La principal ventaja del T-90 sobre sus predecesores es una nueva coraza con elementos endurecedores más eficaces, de gran resistencia a la penetración.

Se le ha considerado un modelo menos perfecto y completo que el alemán «Leopard 2A6» y el norteamericano «Abrahms», referentes mundiales, y la industria rusa planea cuidadosamente un proyecto de carro de combate que tendría mejores características principales (potencia de fuego, movilidad y protección), el T-99, pero partiendo de lo que se sabe es semejante al T-90.

En misiles balísticos intercontinentales (ICBM), continúa cual modelo más moderno el RS-12 «Topol M», de tres fases, propulsor sólido y cabeza simple de 500 kT. El RS-12M1 es del tipo móvil y el RS-12M2, hormigonado y enterrado (véase «Arsenales atómicos: balance 2013» y «Arsenales atómicos: evolución histórica»).

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En 2014 el submarino clase «Delta IV» es todavía el modelo SSBN más abundante en la Armada rusa (6 buques), pero en 2013 hicieron su aparición, para ir substituyendo a los anteriores, las dos primeras unidades de las ocho planeadas clase «Borey».
Va prevaleciendo el tipo móvil sobre el fijo y sólo hay tres razones para ello: 1) dificultades para facilitar la seguridad de cohetes dispuestos en reductos subterráneos o «silos», 2) la idea de la «respuesta flexible» concebida en la guerra fría por el secretario de Defensa estadounidense McNamara (emplear las armas atómicas sólo después de vencida la defensa convencional y en el campo de batalla) y 3) la «blitzkrieg nuclear». Con Putin como jefe del Estado, la primera y la última son las más probables.

Submarinos nucleares. El primer modelo específico de submarino de propulsión atómica armado con misiles de cabeza nuclear (SSBN) fue el norteamericano «George Washington» (1959), armado con 16 misiles tipo «Polaris». Su coetáneo ruso «Hotel» llevaba sólo 3 misiles (SS-N-4) y hasta 1968 Rusia no contó un barco de características similares al modelo americano. Los últimos modelos soviéticos de la «guerra fría», los «Delta III» (1976) y «IV» (1984), transportan 16 misiles frente a los 24 de la clase «Ohio» (1981) y su velocidad en inmersión es de 24 nudos frente a los 30 del último. El famoso tipo «Typhoon» (1981), de 18 500 t y dotado de 20 misiles, estaba tecnológicamente rezagado de los americanos y en 2014 sobrevive sólo el «Dmitri Donskoy» y con propósito experimental.

En 2013 la Armada rusa recibió los dos primeros SSBN del tipo «Borey» («Yuri Dolgoruki» y «Aleksandr Nevsky»), de 14 700 t en superficie (2 000 menos que la «Ohio») y 16 misiles R-30 «Bulava», trifásico de propelente sólido con un alcance de 8 000 km y seis o diez cabezas de 100-150 kT, básicamente una versión embarcada del ICBM «Topol M» y al parecer poco precisa (50% en los disparos experimentales). El buque tiene un coste de unos 900 millones de dólares frente a los 2 000 de la americana «Ohio». En 2014 se terminó de armar un tercero («Vladimir Monomakh») y otros tres están en construcción, aunque el cuarto de ellos («Knyaz Vladimir») se presenta como un nuevo modelo («Borey II»), con capacidad para 20 misiles (véase «Rusia refuerza su flota del Mar Negro»).

Conclusión. Rusia se sabe inferior en lucha contra las fuerzas navales de la OTAN y en consecuencia ha renunciado a conseguir un dominio positivo del mar. Su aviación y fuerza mecanizada es inferior en el conjunto de sus características a las de las fuerzas occidentales y no puede lograr dominar a las mismas por superioridad numérica. Así, frente a la OTAN sigue como supremo argumento de persuasión ruso la bomba atómica, creando en el enemigo una psicosis de miedo y derrotismo («destrucción recíproca») para evitar una guerra convencional.